(1) GUARDIANES DE LA NOCHE, de Timur Bekmambetov.

RAZAS NOCTURNAS EN LA RUSIA ACTUAL
A medio camino entre el género fantástico y el de terror, Guardianes de la noche es una rara avis dentro de la cinematografía europea, más concretamente la rusa, escasa de films alejados del realismo cotidiano y del drama o la comedia urbana con tintes costumbristas. Un producto, además, repleto de sorprendentes efectos especiales y con un acabado de superproducción digno de Hollywood, a pesar de haber contado con un limitado presupuesto de 4 millones de dólares. No obstante, un argumento tan explotado, esquemático y carente de matices; una estética posmoderna basada en la sucesión de planos cortos montados con un ritmo trepidante que produce vértigo —un discurso sensitivo y emocional, influido por el mundo de la publicidad y el videoclip, en detrimento del discurso racional y narrativo: en definitiva, no nos enteramos de nada pero lo que vemos nos seduce— y una pretensión insolente por parte del director de realizar una obra trascendental hace que la película no pase de lo que realmente es, un discreto pero llamativo ejemplo de cine de vampiros localizado, en este caso, en las calles de un Moscú siniestro y deprimente en la actualidad. Ni que decir tiene que ha arrasado en taquilla en Rusia a lo largo del pasado año.
Primera parte de una trilogía, Guardianes de la noche es la adaptación de un best seller literario de Sergei Lukyanenko, en el que se recoge el eterno conflicto entre el Bien y el Mal, entre la Luz y la Oscuridad, en un mundo donde conviven seres humanos con brujas, vampiros y demás fuerzas malignas que han respetado una especie de tregua durante los últimos mil años y donde el temor a que una antigua profecía se convierta en realidad y el advenimiento de un Elegido ponen en peligro a la Humanidad tal y como la conocemos. Inevitable recordar la saga Matrix y otras obras como Constantine (2005), Underworld (2003) y La reina de los condenados (2002), películas que claramente han servido de inspiración, tanto a nivel estético como en contenidos, de este largometraje fantástico y de terror.
En determinados círculos cinematográficos se le empieza a considerar al realizador Timur Bekmambetov como el Tarantino ruso. Incluso éste ha alabado Los guardianes de la noche, calificándola de «obra maestra». No nos convence tanta superficialidad disimulada en una carcasa sofisticada y aparentemente transgresora. O eso o es que somos unos modernos que no nos convence la posmodernidad, una etiqueta comercial, vacía de mensajes, huérfana de reflexiones y fácil de digerir debido a la ausencia de complejidades conceptuales.
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