ELIA K. SCHNEIDER, DIRECTORA DE «PUNTO Y RAYA»

«REALMENTE LAS FRONTERAS NO EXISTEN»
El segundo largometraje de la realizadora Elia K. Schneider, Punto y raya, es una comedia dramática en la que dos soldados, uno colombiano y otro venezolano, se encuentran en la selva, la frontera natural de ambos países, entablando una pequeña guerra personal de la que surge una fuerte amistad. Tras su ópera prima, Huelepega, la cineasta insiste en resaltar los valores humanos como la amistad y la solidaridad, dentro de un mundo en conflicto y con problemas de intolerancia y falta de comunicación. El cine venezolano también existe.
¿Cómo surge la idea de la película?
Siempre me han interesado los temas que tienen que ver con la intolerancia, la guerra y los conflictos humanos. Yo soy hija de supervivientes del Holocausto y eso me ha marcado mucho. Reacciono muy fuertemente ante cualquier injusticia. Por otro lado, el productor José Ramón Novoa estaba de jurado en el concurso de guiones de La Habana y el guión de Punto y raya quedó entre los tres primeros de los más de cien que participaban. Me lo pasó y al leerlo me enamoré de los dos personajes y me pareció muy interesante cómo se presentaba la historia.
¿Punto y raya está basado en un hecho real o podría estarlo?
El guionista Henry Herrera lo basa en la historia real de un amigo suyo que es soldado venezolano y va a servir a la frontera con Colombia. Allí, lejos de ese ambiente prebélico de odio visceral al enemigo, llegó a confraternizar con soldados colombianos hasta el punto de compartir ropa, ir de copas e incluso de prostitutas con ellos. Desde luego está basado en hechos reales. Lo interesante de la película era destacar la percepción de que en ese lugar no se sabe quién es quién. Tú no percibes quién es soldado, guerrillero, narcotraficante o un simple campesino. Y todos ellos se unen por las necesidades. Es como una gran masa de gente que están en una tierra de nadie donde no hay leyes. No hay puntos y rayas, las fronteras las ponen los gobiernos a partir de sus intereses políticos, económicos, sociales y culturales, pero realmente no existen, son productos artificiales que siempre están basados en los intereses de algún grupo económico o político.
Llama la atención cómo hace comedia de un tema tan serio como el conflicto fronterizo entre dos países y el problema del narcotráfico y la guerrilla en la zona, aunque logra plasmar el dramatismo y el absurdo de la guerra.
Una de las cosas que más ha resaltado «Los Ángeles Times» de la película es el hecho de que la libre combinación de géneros —comedia y drama— es lo que hace que uno se introduzca en la historia. No era la intención del autor, Henry Herrera, mezclarlos de entrada sino que a medida que él va contando la historia aumenta el dramatismo. En Punto y raya he jugado con dos personajes opuestos en un contexto de tierra sin ley cuyo resultado es explosivo: la vivencia de los protagonistas está llena de situaciones cómicas pero las circunstancias que les rodean, como dos países que se encuentran en medio de una posible confrontación, el problema del narcotráfico y la guerrilla, son de lo más dramáticas. También creo que es una forma muy del Caribe de expresarse, porque cuando tú vas allí te das cuenta del peculiar sentido del humor que forma parte de la vida cotidiana. No por nada se dice que Venezuela tiene un corazón que ríe en un gran cuerpo que llora.
El narcotráfico y la guerrilla aparecen en la película de una manera muy neutra, has evitado caer en un discurso político. ¿Era lo que pretendías, es algo consciente?
Otra cosa que me encanta del guión es que es amoral totalmente y no toma parte a favor de ningún bando. El guionista es antropólogo, y como buen profesional, no hace juicios de opinión ni juzga a los personajes. Expone la realidad, distanciándose de ella. Me encantó esa visión. No obstante, a pesar de no hacer un discurso político sí que muestra la profundidad del problema porque recoge la unión entre el narcotráfico, fuente de financiación, y la guerrilla, que la protege de los ejércitos nacionales. En teoría Colombia y Venezuela colaboran contra la droga y la insurgencia pero vemos que hay más roces que cooperación. La política los separa: uno (Venezuela) está en contra de EE.UU. y el otro (Colombia) está con él. Puede haber un motivo de enfrentamiento real.
Hay una secuencia en la que un conflicto entre los ejércitos, digamos por «intereses comunes», se resuelve jugando al fútbol. ¿Ése es el mensaje, el fair play, la unión hace la fuerza?
No es broma, en concreto el fútbol, o en general cualquier deporte, es una alternativa civilizada a cualquier enfrentamiento. No es la solución a los conflictos, pero es un modo de acercar posturas y empezar un diálogo. Hay ejemplos históricos: EE.UU. y China iniciaron relaciones políticas y comerciales en los años 60 gracias al ping-pong. Quizá el alcance universal del «deporte rey» sea que haya logrado lo que nadie ha podido, sustituir la violencia y la confrontación armada por la sana competición entre países y pueblos de todo el planeta.
En Punto y raya ha colaborado el ejército de Venezuela. Sorprende que no hayas tenido problemas para hacerla, siendo un manifiesto antibelicista que critica ferozmente esa institución.
La verdad es que el ejército no sale muy bien parado: corrupción, tráfico de drogas, sobornos, mercado negro, deserciones… Pero mi intención no era simplemente criticarlo desde dentro sino sacar a la luz el absurdo de su lógica: el conflicto artificial que se crea para darle sentido a su existencia, su discurso beligerante que no lleva a ninguna parte. Pero, y lo más sorprendente de todo, fue tan abierta la relación con ellos que ni siquiera nos pidieron un guión. Simplemente les dejamos una sinopsis y contamos con su apoyo logístico —extras, armas, municiones, camiones de transporte—. Les agradecemos encarecidamente que nos prestaran esa ayuda porque Punto y raya tuvo un presupuesto muy limitado. Sin ellos habría costado mucho más.
Pau Vanaclocha
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