CARLES BENPAR, DIRECTOR DE «CINEASTAS CONTRA MAGNATES»

«COLOREAR LAS PELÍCULAS ANTIGUAS ES UN ATENTADO A LA HISTORIA DEL CINE»
Que la libertad creativa de los autores siempre ha estado limitada o condicionada por los que financian la obra o la explotan comercialmente ha sido un hecho desde que el mundo es mundo. Y en el mundo del cine, mucho más, dada la naturaleza del invento, su concepción primigenia de espectáculo y entretenimiento. El director catalán Carlos Benpar denuncia en su último largometraje, el documental Cineastas contra magnates, esta situación que lleva a extremos como cambiar el formato de una película, colorearla e incluso modificar el montaje para hacerla más accesible o atractiva al público sin tener en cuenta los derechos morales de los directores. Pronto estrenará la segunda parte de este interesante film que desvela las injusticias cometidas contra un arte convertido en un fabuloso pero insensible negocio.
¿De dónde surge la idea de la película?
El origen del documental se remonta al año 1987, cuando en Barcelona se organizó un congreso sobre la preservación de la obra cinematográfica. El director Fred Zinnemann leyó en dicho congreso el llamado Manifiesto de Barcelona, que más tarde se convirtió en la Declaración de Delfos, en el que se reivindicaba el derecho del director a que su película llegase al público tal y como había sido realizada. Zinnemann dijo que se tendría que hacer una película sobre esto, un documental en formato cine que explicara hasta qué punto el creador y realizador de una obra cinematográfica se queda indefenso ante los abusos de todos aquellos que explotan económicamente la película, no sólo el productor que pone el dinero para financiarla, sino el exhibidor que utiliza formatos distintos al original o que recorta arbitrariamente la duración del film proyectado, o cualquier empresa o individuo que haya comprado los derechos de copyright. El hecho de estar registrado sobre película cinematográfica le da al documental una carta de naturaleza como verdadero testimonio. El proyecto se durmió un poco, no voluntariamente sino porque no podía hacerse por falta de medios. Más tarde, en 2000, el Ministerio de Cultura abrió una línea de subvenciones a películas de especial interés artístico. Al encontrarme por la calle a un productor valenciano que me dijo que le habían dado una subvención para hacer un documental sobre Sara Montiel, me animé a pedirla.
En Cineastas contra magnates aparece el testimonio de directores de la talla de Woody Allen, Milos Forman, Sydney Pollack, Elliot Silverstein, Stanley Donen, Arthur Penn, Richard Fleischer o Luis García Berlanga. Además, se han recogido imágenes testimoniales de otros ya fallecidos como John Huston, Federico Fellini o el actor Burt Lancaster.
Los directores que participan en Cineastas contra magnates son aquellos que han mantenido una lucha activa por la causa. Los cuatro directores norteamericanos —Silverstein, Allen, Forman y Pollack— eran imprescindibles porque formaron parte de la comisión que fue a Washington para defender los derechos de los autores. Sus declaraciones no son meras opiniones sino que dicen lo mismo que dijeron en la comisión de Washington. Quise que apareciera Richard Fleischer porque sus películas en cinemascope marcaron una época. Liv Ullman también era necesaria porque es la presidenta de los directores europeos y Berlanga porque le pasó el caso de Bienvenido Mister Marshall. No tuve ningún problema con ellos, desde el momento en que se lo dije todos aceptaron enseguida. Algunos con mucho entusiasmo, como Arthur Penn, que contestó simplemente diciendo where and when?
Para recoger la voz de los «magnates» intentaste hablar directamente con Ted Turner. ¿Es un caso representativo de este colectivo?
¡Claro! Fue uno de los primeros que tuvo la «estupenda» idea de colorear las películas en blanco y negro para hacerlas más comerciales, atentando contra la realidad histórica del cine y pasándose por el forro del pantalón los derechos morales de los directores. Estuve en contacto con Ted Turner, mejor dicho con un mandado suyo, un tal Roy, y me dijo que por qué se hablaba tanto de los derechos morales de los directores cuando también se deberían tener en cuenta los derechos de los productores. La respuesta es que no se trata tanto de los derechos morales de los directores sino realmente de las películas mismas. Lo que pasa es que tal y como está configurada la industria, está claro que al único que le interesa defender el derecho de la película es el director.
En Europa, el desarrollo del llamado «cine de autor» ha potenciado la defensa de los derechos morales del director. EE.UU. va por detrás, en ese sentido.
En EE.UU. los directores no son considerados como autores porque se entienden que los autores son los propietarios de los derechos, del copyright. Allí el director es un asalariado más cuya labor es infravalorada. Ni siquiera los derechos son de la productora de la película. En Europa existe el Tratado de Berna que defiende al director como autor de la obra. Esto hace que se produzcan situaciones como que un director estadounidense puede defender sus derechos en Europa y en cambio no puede hacerlo en su país.
Pau Vanaclocha
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.