(3) ¿POR QUÉ LAS MUJERES SIEMPRE QUEREMOS MÁS?, de Cécile Telerman.

MUJERES INSATISFECHAS
El primer largometraje de la realizadora belga Cécile Telerman trata de contestar una pregunta universal, recogida en su mismo título, a la que debido a su alto grado de abstracción es tan complicado dar respuestas concretas y satisfactorias. ¿Por qué las mujeres siempre queremos más? es una comedia costumbrista coral protagonizada por tres amigas de la infancia que asisten, desde diferentes perspectivas, a un fracaso sentimental y reflexionan sobre las siempre complicadas relaciones entre hombres y mujeres, la dificultad de alcanzar la estabilidad emocional y eso que llamamos felicidad. Como una red perfectamente hilvanada –narrativamente hablando— asistimos a la presentación de sus relaciones de pareja, que continúa con la ruptura inesperada, el descubrimiento de la infidelidad y la necesidad de evolucionar, todo ello teñido de insatisfacción e incomunicación. Marie, Florence y Juliette representan las tres formas de enfrentarse a las relaciones de pareja, tres puntos de vista sobre el tipo de vínculo afectivo que se establece entre hombre y mujer: Marie pretende dominar sobre la otra persona para hacerse imprescindible, Florence asume un papel sumiso y totalmente dependiente para garantizar la supervivencia de su matrimonio y Juliette es la escéptica y adicta a las compras que ahuyenta a cualquier hombre de su lado por su sarcasmo y su actitud defensiva que la hace inaccesible.
No obstante, el problema es que, aparentemente, todo es culpa del otro. Y es que no hay en ¿Por qué las mujeres siempre queremos más? un modelo masculino maduro, sensible e independiente emocionalmente. Todos son egoístas, infantiles, irresponsables, adictos al trabajo, cuando no autistas o disminuidos emocionales. Menos mal que Cécile Telerman no idealiza a las mujeres —se aleja voluntariamente de esa imagen superficial propuesta por diversas revistas de moda— ni las trata como víctimas inocentes de la mala suerte, sino que sugiere una novedosa culpabilidad compartida.
En ese sentido hay un intento, conseguido sobradamente, por mostrar con cierto naturalismo casos que desgraciadamente existen: mujeres que no disfrutan sexualmente con sus maridos, infidelidades disfrazadas de reuniones de trabajo, desigualdad en el reparto de las tareas y responsabilidades, tentaciones y fantasías para evadirse de una realidad frustrante, la sustitución de la falta de amor por la compra compulsiva o el chocolate.
Influida por la serie estadounidense Sexo en Nueva York, que narra las aventuras sentimentales y las conquistas de cuatro amigas pijas de la ciudad de los rascacielos, el film de Cécile Telerman exhibe un inteligente y ácido sentido del humor a través de ingeniosos diálogos y divertidos gags, sin alejarse de un realismo cotidiano que garantiza la identificación del público femenino. Pero tal y como pasa en la serie citada, ¿Por qué las mujeres siempre queremos más? no pretende profundizar en el origen de los conflictos, ni siquiera acercarse con rigor analítico a la naturaleza de los mismos, sino simplemente dejar constancia de su existencia a través de las vivencias, pero sobre todo de las conversaciones —predominio de lo verbal frente a la acción—, tanto en cafés acristalados, fiestas elegantes, comidas domingueras y visitas a saunas y manicuras, de las tres jóvenes protagonistas.
A pesar de estas limitaciones, ¿Por qué las mujeres siempre queremos más? es una propuesta que supera con creces el nivel medio de las películas que tratan sobre el mismo tema, dirigida tanto a las mujeres como a los hombres, quienes pueden reflexionar sobre qué hay que darles para que no se planteen más esa inquietante pregunta.
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