(3) CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATE, de Tim Burton.

EL REINO DE LAS GOLOSINAS
En marzo de 1972 se estrenó en Valencia Un mundo de fantasía (Mel Stuart, 1971), que permaneció sólo una semana en cartel aunque años después disfrutó de algunos pases televisivos. Fue recibido con entusiasmo por el equipo de la cartelera Turia. Se trataba de una producción Paramount con guión de Roadl Dahl, el autor británico de la novela original publicada en 1964, un gran éxito de ventas pese a respetar la inteligencia de los lectores, incluso la de los más infantiles.
Ahora la adaptación del libro a corrido a cargo de Tim Burton, que posiblemente supera la película anterior, sustituyendo al primer protagonista Gene Wilder por Johnny Deep, acompañado por el actor infantil Freddie Highmore. Y en papeles destacados: Christopher Lee, Helena Bonham-Carter y James Fox, entre otros.
Con evidentes influencias del Lewis Carrol de Alicia en el país de las Maravillas y con abundantes citas cinéfilas referidas a destacados films instalados en el imaginario colectivo, Charlie y la fábrica de chocolate es un cuento moral que hace apología de las virtudes individuales frente a los vicios detestables como la gula, la agresividad, el egoísmo y la estupidez.
El estilo inconfundible de Tim Burton se hace aquí evidente: grandes dosis de imaginación, fascinación por la tecnología, humor y aventura, atracción por lo tenebroso… Los decorados y los efectos digitales logran materializar un maravilloso viaje al reino de la fantasía con mezcla de arquitectura gótico-expresionista, artilugios de moderna tecnología, vivos colores del seductor mundo de las golosinas y hacendosos enanitos y ardillas propios de un cuento de hadas.
Los muchos atractivos del film se reparten entre el Willie Wonka, el excéntrico dueño de la fábrica y la pobre familia del niño agraciado con la herencia. Entre el incisivo estudio psicológico de los cinco pequeños aspirantes al premio, con sus padres, y la impactante música de Danny Elfman que dedica una canción a cada uno de ellos.
La narración engancha desde el primer momento al espectador porque es tan sorprendente como brillante. La moraleja se acepta porque es servida de forma harto divertida, aunque en algún momento la loa a la familia roce el exceso didáctico y sentimental. Del film pueden sacar provecho y regocijo tanto los adultos como los niños, abducidos por un fascinante universo repleto de intensas emociones y de mágicas sensaciones.
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