(3) LILA DICE, de Ziad Doueiri.

LA MIRADA DEL DESEO
El libanés formado en EE.UU. Ziad Doueiri realiza su segundo largometraje Lila dice adaptando la novela erótica de gran éxito que, publicada en 1996, había sido elaborada por autor anónimo en unos cuadernos manuscrito que un abogado depositó en una editorial. En fase de guión, se cambiaron los suburbios parisinos por los barrios musulmanes de Marsella, introduciendo la luminosidad mediterránea pero también conflictos de orden racial, cultural y laboral.
Galardonada con dos premios en el pasado Festival de Gijón, la película narra los devaneos de una rubia adolescente, interpretada con notable desenvoltura por la actriz Vahina Giocante, un personaje que demuestra tener unos conocimientos superiores a los normales de su edad en cuanto a juego provocativo, arte de seducción y libertad sexual. Todo ello narrado en primera persona, como una serie de evocaciones del pasado, por parte del protagonista musulmán dotado de una gran sensibilidad y capacidad de ensueño.
Se olvida con frecuencia que el género erótico no tiene una adscripción realista por ser expresión de la sublimación del deseo hacia objetos/sujetos hermosos y atractivos, siendo producto de una mirada siempre subjetiva, interesada, conformada por la materialización de uinas fantasías libidinosas que no son otra cosa que el tácito acuerdo entre el sujeto exhibicionista y la actitud voyeur de quien ve encarnarse sus más secretos anhelos venéreos. la mirada de la cámara es siempre la del protagonista, con quien se identifica el espectador.
Pero si Lila dice no es un softcore del montón se debe a una serie de consideraciones en torno a la ausencia de la vulgaridad y la redundancia que caracterizan a la mayoría de estos productos. Ziad Doueiri procura en todo momento situar el carácter onírico y delirante del relato en un contexto naturalista y cotidiano, con unos personajes de ficción, cuyas psicologías parecen ligadas a diversas estrategias de conquista, en el caso de los dos rivales, la sensualidad frente a la agresividad.
En la película se utiliza una vez más la dicotomía entre inocencia y perversidad gracias a la figura de la niña-mujer, un mito antiguo que codificó para siempre en el cine la Brigitte Bardot de sus inicios. Pero hay aspectos que hacen de Lila dice un relato de especial atractivo y singularidad: la pareja protagonista es adolescente y ya no hay un adulto que abusa o es seducido por la menor, mientras el morbo de la “lolita” queda atemperado por el poder de sugerencia de un discurso que no recurre preferentemente al desnudo gratuito sino a conversaciones para elevar la temperatura pasional. Tampoco hay consumación sexual entre los amantes, sino un tensión amorosa mantenida hasta la aparición del drama final tras el que la lógica y la racionalidad ponen fin a la aventura. Los cuadernos y los recortes de Lila evidencian las fuentes de su aprendizaje sexual, imágenes y literatura que ella quiso transformar en experiencia vital.
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