(3) 25 WATTS, de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll.

JÓVENES OCIOSOS
Aquellos que tengan la suerte de haber conocido con anterioridad su segundo largometraje, Whisky (2004), tienen ahora la oportunidad de disfrutar de la opera prima de los realizadores uruguayos Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll y comprobar a qué distancia se encuentran ambas películas, si bien mantienen intacto su irónico sentido del humor y su contundente visión de la mediocridad humana.
25 watts es una mirada sarcástica sobre la juventud uruguaya que narra la ociosa vida de tres muchachos que se dedican a beber cerveza y fumar mientras hablan sobre los temas que más les afectan: las mujeres, el sexo y la diversión improductiva. Los que esperen una sesuda reflexión sobre las preocupaciones intelectuales de este colectivo, un profundo análisis de los complejos conflictos emocionales que experimentan, o una enriquecedora experiencia que les hagan madurar están equivocados, pues son el pasotismo y la exaltación de la ociosidad las coordenadas de un film con escasas pretensiones pero contado con eficacia e inteligencia para la descripción de personajes y ambientes.
Nos encontramos ante un ejemplo de cine espontáneo, ansioso de expresarse con libertad y de aproximarnos, sin falsos prejuicios moralizantes, a una reconocible y bastante frustrante realidad cotidiana, puesta de manifiesto en las escasísimas satisfacciones sentimentales, laborales y vitales de un grupo de jóvenes demasiado hartos de la mediocridad y estupidez que les rodea pero incapaces de reaccionar contra ello.
En 25 watts la falta de presupuesto no supone un obstáculo insalvable, sino todo lo contrario, se hace de la necesidad virtud y no se esconden los limitados recursos con que se contaron: una sencilla por no decir minimalista puesta en escena, la supremacía de los diálogos sobre las acciones, un montaje basado en la consecución de planos secuencia con escasos insertos, un equipo técnico y artístico formado por amigos y conocidos… El resultado de todo ello, el aspecto descuidado de esta producción, encaja perfectamente con los personajes, ambientes y reacciones que muestra el film y logra transmitir directamente su potente carga de humor.
25 watts supone, formalmente, una constante alusión y un explícito homenaje al cine independiente norteamericano, desde John Cassavetes, pasando por Kevin Smith —inevitable recordar su ingeniosa película Clerks (1994) por los abundantes elementos comunes— o Jim Jarmush —su último film, Coffee and Cigarettes (2003), se puede ver todavía en cartel—. Pero mientras que Whisky es ya la consolidación del saber hacer de dos realizadores con talento, un auténtico modelo de precisión, sentido común y rigor en el uso del lenguaje fílmico, apoyado en silencios, gestos y actitudes cotidianos acentuados por el esfuerzo en la puesta en escena —no exenta de influencias y referencias del universo de Aki Kaurismaki—, 25 watts no puede desprenderse de una estética de cortometraje que a base de esfuerzo y trabajo ha ampliado su formato, y es, finalmente, un ejercicio experimental para dar los primeros pasos hacia proyectos de mayor envergadura. Whisky es la prueba de ello.
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