(3) MÁS ALLÁ DE LA ALAMBRADA: LA MEMORIA DEL HORROR, de Pau Vergara.

REPUBLICANOS ESPAÑOLES EN MAUTHAUSEN
Afortunadamente no he tenido que recurrir a la benevolencia sino a la justicia para enjuiciar el primer largometraje de un compañero de redacción, un genuino producto de la Cartelera Turia, como es el caso de Pau Vergara. Exhibido en el pasado Festival de Valladolid, Más allá de la alambrada se suma a la corriente de interés que el cine español está mostrando por el género documental en los últimos años.
Con antecedentes ilustres como Noche y niebla de Alain Resnais y Sobrevivir en Mauthausen de Llorenç Soler, el film de Pau Vergara centra su atención en los republicanos españoles que sufrieron una serie de derrotas e infortunios -Guerra Civil española, exilio a Francia, lucha antinazi- hasta llegar como prisioneros al campo de exterminio nazi de Mauthausen (Austria), siendo liberados el 5 de mayo de 1945 por tropas estadounidenses. Pero el régimen de Franco y los olvidos voluntarios de la Transición española impidieron que se normalizara su vida y se reconociera su sacrificio.
La película coincide con el 60 aniversario de la derrota del nazismo y la liberación del campo de Mauthausen, a donde fueron llevados 7.000 españoles, de los que lograron sobrevivie unos 2.000. Ahora, del escaso centenar que sigen vivos, el equipo del film ha entrevistado a trece, localizados en diversos lugares de España y Francia, ordenando sus declaraciones de forma cronológica e intercalando sus recuerdos según criterios temáticos. Estas manifestaciones vienen ilustradas por un interesantísimo material de archivo, fotos y fragmentos de documentales referentes al período comprendido entre 1940 y 1945.
Más allá de la alambrada no es, básicamente, un documento histórico ni un discurso político sino un relato sobre hechos cotidianos, en primera persona, donde los recuerdos asumen una importancia capital, descartándose por completo la utilización de la voz en off -un narrador en tercera persona- para que los antiguos prisioneros asuman un papel conductor de la narración.
Las 90 horas de rodaje se han convertido en 80 minutos de película, con el resultado de una equilibrada mezcla de información y de emoción, insistiendo en los aspectos más humanos de su trágica odisea: la estrategia nazi de anular la identidad de los deportados, el número marcado en su piel, los sufrimientos que quebraban su voluntad, despersonalizándolos y convirtiéndolos en animales sólo obsesionados por la supervivencia.
Pero frente a la dignidad arrebatada, la continua humillación, el trabajo inhumano, el hambre, las enfermedades, la muerte, la desesperación y el suicidio, surgió también la compasión y la solidaridad para superar tanto horror y crueldad. Con los encuentros deportivos -boxeo, fútbol- y las visitas a las prostitutas, los prisioneros recuperaban momentáneamente su humanidad. Y en el caso del niño judío protegido y adoptado, las virtudes más nobles hicieron su aparición en medio del infierno.
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