(1) MI QUERIDO FRANKIE, de Shona Auerbach.

TÍPICO DRAMA SENSIBLERO
Opera prima de la escocesa Shona Auerbach, el principal defecto de Mi querido Frankie es la tendencia a resaltar de forma exagerada la acumulación de problemas, obstáculos y dificultades a los que se enfrentan los personajes, los traumas ocultos o manifiestos que se van aclarando para dejarlo todo atado y bien atado, y los tradicionales efectos de guión para justificar comportamientos y sentimientos que tardarían en producirse. Así, nos encontramos con un niño sordomudo de nueve años que apenas conoció a su padre, una madre que se inventa una figura paterna, marino mercante, que le escribe cartas al hijo para que éste no pierda la esperanza de reencontrarse con él, la casualidad de que el barco en el que se supone está el supuesto padre llegue al pueblo en el que viven, el engaño de la madre al contratar a un desconocido para que haga el papel paternal durante un día, el pasado trágico que persigue a la familia vuelve a hacer acto de presencia… En definitiva, una buena idea para desarrollar una historia dramática se convierte, quizá por la inexperiencia propia de una debutante en el cine, en un melodrama como tantos que se programan en las cadenas de televisión durante la sobremesa del fin de semana. No obstante, la realizadora demuestra conocimientos sobre la siempre difícil realización cinematográfica, destacando una buena dirección de actores —lo mejor de Mi querido Frankie son la solidez y el realismo de los actores, especialmente Emily Mortimer en el papel de la madre y Jack McElhone en el del niño sordomudo—, una sensible composición que intercala bellas escenas del puerto (planos generales y panorámicas que sitúan la acción pero también evidencian la relación especial del niño con su «padre») junto a momentos de gran dramatismo entre los personajes (primeros planos) que resaltan de forma efectiva gestos, detalles aparentemente insignificantes y otros elementos de la comunicación no verbal —hay que recordar que el chaval es sordomudo y los personajes hablan lo mínimo, nunca emplean más palabras de las necesarias—. El resultado, pues, es una conmovedora película que narra lo que llega a hacer una madre para conseguir la felicidad de su hijo, con las limitaciones propias de un tópico drama de lágrimas fáciles.
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