(3) AMOR IDIOTA, de Ventura Pons.

EL AMOR COMO VÁLVULA DE ESCAPE
Basada en la novela Amor d’idiota del escritor Lluís-Anton Baulenas —con el que ya había trabajado en la escritura del guión de Anita no pierde el tren, adaptación a su vez de Bones obres—, la decimoséptima película de Ventura Pons, Amor idiota, es la crónica de un amor loco y desesperado protagonizado por dos personajes opuestos pero, quizá por ello, compatibles. A partir de este tema tan universal, y por ello actual e imperecedero, como es la necesidad humana de sentirse querido y deseado, el cineasta catalán realiza un ingenioso e incisivo retrato de la sociedad actual, donde la idiotez es un hecho cotidiano y abundante. Pere-Lluc, el protagonista —magníficamente interpretado por un Santi Millán desconocido—, inicia su voz en off con una declaración de principios en la que se considera un idiota, como todo el mundo, pero con la diferencia de que él lo reconoce abiertamente. Asume una postura nihilista, se muestra frágil y desorientado. La muerte de un amigo suyo empeora su apatía. Y es en esta situación cuando conoce a Sandra —una sólida y eficaz Cayetana Guillén Cuervo—, con la que iniciará un proceso de auténtico acoso por las calles de Barcelona que, paradójicamente, acaba despertando sentimientos compartidos y deseos no reprimidos. La vorágine de sexo y pasión que les consume se convierte en el mejor remedio contra sus angustias vitales e insatisfacciones personales.
Nos encontramos, realmente, con una estructura dramática de lo más clásica: chico encuentra chica, se enamoran, se pelean, y se vuelven a encontrar. Pero una vez más Ventura Pons destaca por su capacidad de contar las historias, hacerlas creíbles y cercanas —pese a las excentricidades de los protagonistas—, provocar la reflexión sobre sus temas recurrentes como el amor, la muerte, la comunicación, la soledad… y lo más importante, crear un universo complejo donde los personajes evolucionan, viven en definitiva. No sólo los dos personajes protagonistas, sino todos los que les rodean. En ese sentido destaca también la participación de actores de la talla de Marc Carles, Mercé Pons y Jordi Dauder. Toda una garantía de calidad.
Con la intención de contagiar al espectador la ansiedad, la obsesión y el desasosiego que sufren los protagonistas, Ventura Pons asume una estética posmoderna, que a más de alguno recordará al movimiento dogma, que se caracterizaría por el uso (y abuso) del zoom, con continuos barridos y movimientos frenéticos de cámara, y la planificación (o su ausencia) de arriesgados encuadres, todo ello sin perjudicar el sentido de la narración. Sin duda, el ritmo —que tan bien imponen una interesante banda sonora, un montaje ágil y directo y la propia psicología del protagonista, convertido en narrador omnisciente de la acción—, más la química existente entre los dos actores, son las mayores virtudes de Amor idiota. Sin desmerecer por supuesto la sabiduría profesional de un «artesano» —así se considera— de un cine de autor reconocido nacional e internacionalmente.
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