(2) LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ERNESTO, de Oliver Parker.

EL LEGADO DE OSCAR WILDE
Bajo la forma de una divertida comedia de enredo, el poeta, escritor y dramaturgo irlandés Oscar Wilde estrenó el 14 de febrero de 1895 —ya había publicado sus obras más reconocidas, como la novela El retrato de Dorian Gray o la comedia Un marido ideal, ambas adaptadas al cine— una deliciosa obra, La importancia de ser formal (o de llamarse Ernesto), en la que mantenía, si no reforzaba, su irónico sentido del humor y una sutil pero contundente crítica de la sociedad hipócrita y puritana en la que le tocó vivir, y que pocos meses más tarde le condenaría, acusado de ultraje a la moral y de homosexualidad.
Nos encontramos nuevamente —es un leitmotiv de todas las creaciones literarias de Wilde— con una historia desarrollada en Londres y sus alrededores, ambientada en la alta sociedad de la época. La doble vida de Jack Worthing (Colin Firth), que disfruta de una vida tranquila y apacible en el campo pero que adopta la identidad de un imaginario hermano llamado Ernest para «escaparse» periódicamente a Londres, corre el peligro de terminar cuando su pretendiente Gwendolen (Frances O’Connor), en contra de los deseos de su exigente y protectora madre (Judi Dench) acude en su búsqueda. Todo se complica cuando su amigo Algy (Rupert Everett), se presenta en su casa bajo la identidad de su inexistente hermano y se enamora de la protegida de Jack, la hermosa Cecily Cardew (Reese Witherspoon).
El realizador Oliver Parker, que debutó con la obra de Shakespeare Otelo (1995) y prosiguió con la también famosa comedia de Wilde Un marido ideal (1999), desarrolla en La importancia de llamarse Ernesto un divertido juego que incluye coincidencias, equívocos y situaciones cómicas que configuran una trama de mentiras, hipocresías y sorpresas conducidas con sarcasmo e ironía —ingeniosos diálogos en los que se dicen de todo pero sin perder la compostura— cuyo fin es el repudio de las convenciones sociales ya obsoletas. También destaca la puesta en escena y la escenografía mediante las que nos sumergen con gran credibilidad en la época victoriana, con el acertado análisis de la clase alta inglesa, los opresivos valores morales de entonces y las dificultades que sufren los sentimientos humanos frente a las encorsetadas normas de conducta. Su principal defecto, si bien el resultado estético no es afectado en absoluto, es quizá la técnica teatral empleada que desaprovecha la oportunidad de desarrollar visualmente una historia pensada para la representación en un teatro, dotándola de una mayor agilidad narrativa, de mayor movimiento en los escenarios.
No es la primera vez que se adapta a la gran pantalla esta obra de Oscar Wilde, de hecho ya se realizó una adaptación en 1952, una versión dirigida por Anthony Asquith e interpretada por actores de la talla de Michael Redgrave, Richard Wattis y Edith Evans. En la versión de Oliver Parker, el amplio y variado reparto tampoco deja indiferente, ya que aporta, además de una gran profesionalidad, un considerable efecto cómico por el contraste entre su porte británico y los estallidos pasionales que afectan a los personajes, en definitiva, por las contradicciones entre la educación recibida y la propia naturaleza humana.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.