(2) SUPERTRAMPS, de José María Goneaga e Iñigo Berasategui.

ANIMACIÓN MADE IN SPAIN
La animación española está experimentando en los últimos años un progresivo reconocimiento impulsado por el relativo éxito del trabajo de jóvenes realizadores, en su mayoría de origen vasco, como Anjé, la leyenda del Pirineo, de Juan José Elordi Bilbao, o El rey de la granja, de Gregorio Muro y Carlos Zabala. También la Comunidad Valenciana posee una gran cantera de jóvenes promesas en el campo de la animación cinematográfica con realizadores como Juan Carlos Marí, autor de Regaré con lágrimas tus pétalos y ganador del Goya 2004 al mejor cortometraje de animación o Pablo Llorens, que opta al mismo Goya este año con El enigma del chico croqueta. Supertramps, en este caso, es una prueba más del renovado interés de la cinematografía española por un género que ha sufrido hasta hace poco cierta marginación —más por desconocimiento que por otra cosa— entre la crítica y el público de este país.
Dirigida por José María Goneaga e Iñigo Berasategui, la película narra la divertida —aunque no carente de crítica social— historia de un estrafalario grupo de animales callejeros formado por un gato negro, una paloma, una rata y una cucaracha que, a pesar de las adversidades de una vida miserable, ayudan a una gata blanca y pija que se ha perdido a reencontrarse con sus amos. Supertramps aprovecha para concienciar al público infantil de unos temas tan serios como son la marginación social, el racismo y la xenofobia (a la cucaracha se le niega un trabajo por ser extranjero, los dos perros antagonistas reproducen un discurso cercano a la extrema derecha por la intolerancia, la violencia y la ignorancia que destilan sus palabras, etc). Además propugna valores como la solidaridad y la pacífica convivencia, todo un valor añadido teniendo en cuenta el origen vasco de sus autores. Cierto estudio de personajes, situaciones realmente cómicas y ese mensaje que combina la crítica y el realismo social son elementos positivos de esta producción, si bien no puede superar el clásico dualismo buenos-malos que impusieron en su momento las simplonas y condescendientes animaciones de la Disney. Por otra parte, el cine español de dibujos en 3D necesita todavía mucho rodaje para que técnicamente esté a la altura de las producciones extranjeras que nos llegan.
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