(3) 9 SONGS, de Michael Winterbottom.

SEXO, DROGA Y ROCK&ROLL
Ignoro si el reducido número de minutos de duración del film es fruto de la casualidad o si la cifra de 69 denota intencionadamente su carácter fuertemente erótico, con un repertorio de variados juegos sexuales ejecutados por una pareja hetero, mostrados al modo explícito del porno duro fuera del gueto infamante de las salas X. El escándalo está servido.
Sin embargo, desde El imperio de los sentidos (Nagisa Oshima, 1976) a Romance (Catherine Breillat, 1999) y otros films más recientes, esta ruptura del tabú, esta violación de fronteras entre ámbitos de exhibición fílmica “normales” y reductos “obscenos” se está produciendo con cierta regularidad ante la indignación moral de espectadores que no sabemos si fueron sorprendidos por la indecencia en su buena fe o si acudieron hipócritamente a la proyección en busca de emociones fuertes con las escenas más escabrosas.
Estos nuevos productos, generalmente calificados “de autor”, vienen a remediar, en un teórico punto intermedio, los reproches que se lanzan a la mayoría de films X en el sentido de carecer de argumento y de personajes sólidos, al mismo tiempo que satisfacen el anhelo de muchos cineastas de que el cine industrial pueda asumir el mismo grado de libertad de expresión, en el terreno de las pasiones y los placeres carnales, que el ya conquistados por la literatura.
La fórmula narrativa de esta película no es nueva ni complicada. Un geólogo que recorre la Antártida en avión rememora, en flashback, su relación amorosa con una estudiante estadounidense, en Londres, alternando sus encuentros sexuales con la asistencia a nueve conciertos de rock y alguna ocasional esnifada de cocaína.
Libremente inspirada en la novela Platform de Michel Houellebecq, 9 songs fue rodada sin un guión previo, improvisando los diálogos y con un mínimo equipo técnico de cuatro personas. El formato de filmación fue el vídeo digital, con iluminación natural, cámara a mano y una foto de escasa definición, con abundantes claroscuros, que va ganando nitidez a lo largo del relato, quizá para permitir progresivamente la visión de las zonas corporales más íntimas de los protagonistas.
La película evita caer en la vulgaridad gracias al talento de Winterbottom. El ritmo es el adecuado, sin moralismos ni sentimentalismos artificiosos, con un sobrio tono de crónica de costumbres, con personajes que se definen a través de sus comportamientos y de sus escasos diálogos. El regreso de la chica a su casa, por Navidad, pone fin a los encuentros y a la narración.
Las nueve canciones del título, grabadas en distintos locales londinenses entre noviembre de 2003 y febrero de 2004, fueron interpretadas por ocho grupos de rock, tomados en directo con tres cámaras digitales.
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