(2) INCAUTOS, de Miguel Bardem.

ENTRE PILLOS ANDA EL JUEGO
Incautos es al cine español lo que Nueve reinas fue al cine argentino. Se trata de una historia de timadores en clave de thriller de suspense, interpretada por un interesante elenco de actores de la talla de Federico Luppi y Victoria Abril —sin duda dos de los actores más importantes del cine de habla hispana— junto con un picaresco y acertado Ernesto Alterio y un siempre entrañable Manuel Alexandre, contada con agilidad y emoción, que logra entretener al público por los complicados entresijos y recovecos del guión, que peca en ocasiones, no obstante, de giros rebuscados que debilitan la trama sin pretenderlo.
Así, el film narra la peripecia de un joven y novato timador que tras iniciarse en el mundo de la delincuencia con pequeños hurtos y simples engaños, entra en contacto con un genio del timo de cuello blanco. Pronto se ve participando en una estafa multimillonaria con un incauto deseado por todos los de la profesión, un llamado «mirlo blanco» según la jerga de los bajos fondos, una víctima confiada, avariciosa y podrida de dinero, que dejará al timador rico y sin necesidad de volver al negocio. Es a partir de ahí cuando aparecen las mentiras y las falsas apariencias entre los miembros de la banda.
Sin ser una idea original, —sólo hay que recordar otras películas que tratan sobre el arte de la estafa como El golpe, Truhanes, El color del dinero, La casa del juego, Los timadores o la mencionada Nueve reinas—, sí destaca por su contextualización realista, que recoge, en el espacio de tiempo en el que se desarrolla la acción —la España de la Transición hasta el 2000, con la llegada del euro—, breves guiños como una entrevista televisiva a Mario Conde en la cúspide de su éxito, o referencias a la corrupción que rodeó la Exposición de Sevilla en 1992.
Incautos es un film entretenido, narrado con eficacia y elegancia, de ritmo trepidante y bien ambientado. El esfuerzo de documentación ha sido también destacable. De hecho Bardem y su coguionista Carlos Martín trataron con el comisario de delitos monetarios y se sumergieron en hemerotecas en busca de los casos más estrafalarios, pero reales.
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