(3) ALZADOS DEL SUELO, de Andrés Linares.

LA UNIÓN HACE LA FUERZA
Curtido en el género documental, el realizador Andrés Linares efectúa una seria y contundente mirada sobre el llamado caso Sintel —que tan bien reflejó otro documental, El efecto Iguazú, de Pere Joan Ventura—, un conflicto que si bien se prolongó varios años, su momento culminante supuso la decisión de 1.800 trabajadores de la empresa de telecomunicaciones filial de Telefónica de montar un campamento en pleno Paseo de la Castellana de Madrid (Campamento de la Esperanza), para denunciar su situación y pedir sus sueldos atrasados y un puesto de trabajo, tras la fraudulenta venta de Sintel a MasTec, propiedad del entonces líder anticastrista ya fallecido Jorge Mas Canosa.
Alzados del suelo no sólo refleja el duro día a día de los trabajadores y sus familias viviendo el drama de perder el trabajo y exigir algo tan fundamental como es la dignidad humana, sino también pretende recoger todos los puntos de vista de los agentes que participaron en el conflicto, esto es, sindicatos, partidos políticos, Gobierno, Telefónica, en un intento de posicionarse en una políticamente correcta neutralidad, si bien cada personaje entrevistado pone en evidencia la confusión de intereses y relaciones entre el poder político y el económico-empresarial, propio del capitalismo neoliberal, la última y actual fase de la economía globalizada. Al respecto aparece el escritor y pensador José Saramago, uno de los pocos intelectuales que apoyaron sin descanso a este colectivo, pronunciando un discurso lúcido y revelador.
Alzados del suelo es un producto arriesgado, alejado de cualquier pretensión comercial por la dureza de las imágenes, que ofrece un testimonio de las funestas consecuencias de la «nueva economía» y cuyo resultado fue, en este caso, el movimiento huelguístico y de protesta más numeroso, sostenido y combativo de la Europa reciente. Andrés Linares recurre a las entrevistas personales de los principales representantes de los trabajadores de Sintel para descubrir los orígenes del conflicto, revelar la fría lógica del mercado y denunciar el sufrimiento de un colectivo humano. El caso Sintel provocó no sólo la desaparición de una empresa en un principio rentable, sino cientos de casos de depresión, algunos culminaron en suicidio, familias fragmentadas por la falta de recursos, varios trabajadores muertos por infartos ante su desesperada situación.
La firma de un acuerdo —entre la empresa Telefónica, el gobierno y los sindicatos—, por la que se preveía una combinación de recolocaciones y prejubilaciones a la totalidad de los afectados, puso fin a las movilizaciones. El silencio mediático posterior hace presuponer que el conflicto se solucionó. Pero tras este tiempo, todavía muchos de los trabajadores de Sintel esperan que la justicia repare lo que la ambición y el egoísmo humanos —y que el sistema se empeña en potenciar— crearon.
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