(1) YO PUTA, de Luna.

EL NEGOCIO DE LA CARNE
Tras el fiasco de Stranded / Náufragos, la valenciana Luna (María Lidón) ha adaptado el best-seller de Isabel Pisano para elaborar un batiburrillo de escenas en torno al sexo que tengan el gancho suficiente para despertar el morbo del espectador y acercarlo a las taquillas. Como sucedía en las películas “S” de los años 70, la presunta investigación sociológica sobre el mundo de la prostitución y sobre las estrellas del cine X no es sino un mero pretexto o excusa para dar carnaza a un público previamente seducido por el título del film.
El resultado ha sido un puzzle en el que todo vale, sin que el escándalo o la provocación supere determinados límites que impidan la exhibición del producto en salas normales: documental reconstruido y ficción, actores profesionales e improvisados, etc. Hay diversos puntos de vista, femenino y masculino, de prostitutas, proxenetas y clientes, sin que la suma de las anécdotas, con detalles minuciosamente descritos sobre el oficio más antiguo del mundo, alcance la categoría de un estudio riguroso sobre la materia, pese a la presencia estelar de Daryl Hanna -una actriz en decadencia- y de Dennis Richards -una periodista que investiga ese submundo- que no logran conferir al relato una estructura rigurosa ni una progresión dramática gracias a las cuales el conocimiento salga realmente enriquecido.
Realizada en vídeo digital, Yo puta presenta un look moderno en el que abundan los efectos visuales, con fondos fotográficos a los que se superpone la figura de los entrevistados.
A favor de la película está su nulo afán moralizante, la ausencia de un artificioso glamour y que no presenta el universo del sexo mercenario de forma idealista o rosa, sin eludir sus aspectos ilegales, inhumanos o simplemente casposos.
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