(2) EL DOMINGO SI DIOS QUIERE, de Yamina Benguigui.

DESARRAIGO Y OPRESIÓN
La realizadora francesa de origen argelino Yamina Benguigui debuta en la ficción cinematográfica con un contundente drama sobre la inmigración, el choque de culturas y la terrible situación de la mujer musulmana. Zouina, la protagonista del film, encarna a todas las víctimas que genera la intolerancia y la ignorancia. Se trata de un fiel retrato de una mujer argelina que emigra a Francia en la década de los 70 para reencontrarse con su marido, que emigró en busca de trabajo, tras largos años de separación. Las dificultades de integración en una sociedad ajena a la suya, con una cultura diferente, alejada de los seres queridos, por una parte, y la convivencia con un autoritario marido que concibe a la esposa como una auténtica esclava, por otra, son los mayores obstáculos con los que debe enfrentarse.
Con un estilo sobrio y directo, la directora muestra escena tras escena, que cualquier actividad cotidiana, como es ir a comprar, acompañar a los niños al colegio, intentar conocer a otras familias argelinas, o recibir la visita de una amiga, se convierte en una fuente de conflictos y tragedias, que casi siempre acaban con una violencia desatada contra la pobre mujer. Su falta de educación y escasez de recursos la condena perpetuamente a esa situación.
El domingo si Dios quiere resulta un manifiesto claramente feminista, donde se denuncia el trato inhumano que reciben las mujeres musulmanas, sometidas por el machismo reinante, recluidas en sus casas como cárceles sin rejas, y se reclama romper las cadenas del sometimiento, para alcanzar la ansiada libertad. Resulta increíble que, mientras que en las sociedades occidentales se esté consiguiendo la igualdad de sexos, en la cultura islámica el discurso feminista ni se plantee sus derechos, sólo la posibilidad de salir del hogar sin el permiso marital.
El domingo si Dios quiere provoca, consciente o inconscientemente, la reflexión sobre un tema tan actual como es si la integración del inmigrante supone asumir los valores y costumbres de la sociedad de acogida o simplemente seguir viviendo exactamente igual que en el país de origen, manteniendo un estilo de vida tradicional —incompatible con el mundo moderno— que acaba aislando y desconectando a las personas.
Yamina Benguigui no logra, sin embargo, pulir a los personajes, dotarles de entidad. Al marido de Zouina sólo se le ve llegar y salir de casa al trabajo, por lo que se desconoce a qué se dedica laboralmente, qué hace en su tiempo libre, con qué personas se relaciona, etc. Excepto la protagonista, el resto de personajes pecan de una gran superficialidad. La inserción de escenas cómicas o de cierta comicidad —en un intento, quizá, de hacer más liviana la historia— y un final conciliador que contrasta con la desesperación y la angustia vivida anteriormente, termina debilitando este film emotivo y provocador.
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