(3) ZATOICHI, de Takeshi Kitano.

UN HÉROE POPULAR
Con varios premios en los recientes festivales de Venecia, Sitges y Toronto, Zatoichi es el undécimo film escrito y dirigido por Kitano pero su primero de época, ambientado en el siglo XIX, basado en un relato de Ken Shinozawa del que ya Philip Noyce había hecho una versión libre en 1989, Furia ciega.
Zatoichi es un famoso héroe japonés, muy difundido en su cine y TV, que durante más de 25 años fue encarnado por el actor Shinaro Katsu. Se trata de un vagabundo ciego, masajista y aficionado al juego, que oculta su verdadera personalidad de experto espadachín, un justiciero invencible dotado de cierta ambigüedad en su conducta, a medias entre el interés, la generosidad y la indiferencia.
Con similares bases argumentales, lo que convierte a Zatoichi en un digno cine de entretenimiento frante a la vulgaridad de tanto film de luchas marciales es que Kitano pone inmediatamente al descubierto en el discurso su carácter de representación, de juego y de espectáculo, con un distanciamiento que hace imposible la identificación emocional del espectador con las hazañas del protagonista. En este sentido la ficción, exagerada, va contra toda lógica naturalista. Se trata de un cuento con ciego experto en dados y en sables, con litros de sangre derramada a chorros y con números coreográficos que recuerdan al Stanley Donen de los mejores musicales USA. A esta falta de voluntad de realismo hay que añadir una exquisita y precisa puesta en escena en la que la cámara sólo se preocupa de mostrar lo esencial, como en las inolvidables películas de los maestros del cine nipón.
Sabia mezcla de humor, acción, intriga, música y baile, Zatoichi no se distingue por su rigor histórico sino por su condición de fábula profundamente arraigada en el imaginario popular japonés, enriquecida creativamente por el cineasta con bandas de yakuzas, samuráis a sueldo, venganzas familiares, geishas, travestis y caciques pederastas.
Debe destacarse la importancia del vestuario y la abundancia de efectos especiales obtenidos digitalmente -los chorros de sangre de los combates-, con un montaje muy fraccionado y rápido a cargo del propio director, con numerosos movimientos de cámara, dando preferencia a las tomas de la segunda unidad con imágenes dotadas de mayor espontaneidad y sentido del detalle en las escenas.
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