(2) CARANDIRU, de Héctor Babenco.

MASACRE CARCELARIA
La brutal actuación de la policía brasileña para reprimir un motín —los presos pedían una mejora de las condiciones de vida de una cárcel masificada, donde más de 7.500 presos se hacinaban en una cárcel construida para albergar a 4.000— en el centro penitenciario más grande de Latinoamérica, la prisión de Carandiru de Sao Paulo, el 2 de octubre de 1992, es el clímax de una película basada en la experiencia real del doctor Drauzio Varella, responsable del programa de prevención del sida, en el que se nos muestra la rutina diaria en este asfixiante espacio y la lucha por la superviviencia de sus inquilinos. Este personaje es el nexo de unión de las diferentes historias de los presos que acuden a su consulta y que configura un mosaico de experiencias que preceden al trágico suceso en el que murieron 111 reclusos.
Pese a que Carandiru describe el espacio y desarrolla los hechos sin concesiones y adopta un enfoque documental en su búsqueda del naturalismo (iluminación natural, sonido directo, cámara al hombro, etc.), siguiendo el tono de denuncia de otros films brasileños como Ciudad de Dios, poco a poco la narración se decanta por el lado más efectista, proporcionando anécdotas que no sirven para enriquecer la historia. La inclusión de tantas historias inconexas puede llegar a desorientar al espectador y alarga excesivamente el metraje, alcanzando las dos horas y veinte minutos.
La llegada al poder del gobierno progresista de Luiz Inácio «Lula» da Silva ha posibilitado la eclosión de un cine más sensible ante los problemas sociales, en un clima de mayor libertad y compromiso creativo que se ejemplifica con los dos films mencionados. Tanto Carandiru como Ciudad de Dios realizan una crítica demoledora al sistema político-social y económico existente en Brasil.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.