(4) EL ESPÍRITU DE LA COLMENA, de Víctor Erice.

EL EXILIO INTERIOR
Considerado uno de los mejores directores del cine español, Víctor Erice realizó en las postrimerías del franquismo un hermoso y sugestivo relato ubicado en los difíciles años de la posguerra española, en el que se narraba las vivencias de una niña en un entorno de silencio y oscuridad, de miedo y de represión. No en vano los elementos que más se destacan para describir aquella época son precisamente un gélido silencio que se impone ante los escasos diálogos —tras la trágica contienda, ¿cómo verbalizar la barbarie cometida y denunciarlo ante el bando ganador?— y la omnipresente penumbra debido a la pobreza y la escasez. En una curiosa pero efectiva mezcla de poesía y género documental, El espíritu de la colmena combina unas imágenes descriptivas de gran contundencia con imágenes que se abren a múltiples y enriquecedoras sugerencias. Metáforas de la opresión que se siente y se vive, como la magistral escena de la clase de la protagonista, en que se enseña las partes del cuerpo humano en que falta el cerebro pero no el estómago ni el corazón; el monstruo de Frankenstein como guía en el camino hacia el conocimiento; y la más rotunda de todas: la colmena como el territorio de lo uniforme, de la negación del otro, se despliegan con sobriedad y concisión.
El espíritu de la colmena nos habla del ser humano viéndose desnudo a sí mismo, desamparado ante su propia destrucción: la soledad de los habitantes de la colmena que se mueven como nómadas sin identidad en trance por la pérdida de la inocencia ante la muerte, ansiosos por saber en un contexto de ignorancia forzada. Víctor Erice recrea una crónica del exilio interior del personaje colectivo (el pueblo) pero también de cada uno de los personajes adultos. Y ahí aparece la mirada inocente y curiosa de una jovencísima Ana Torrent que, tras ver El doctor Frankenstein en una improvisada sala de exhibición, empieza a preguntarse el por qué de la vida y la muerte, el bien y el mal.
La razón de la vigencia de la película es la universalidad de los temas, pues el director conjuga un contexto determinado para hablar de todas las víctimas, de todos los conflictos (externos e internos) en cualquier tiempo y lugar. Pero además utiliza para expresarlo un lenguaje moderno sin antecedentes en España, de hecho es considerado como la expresión madura de una modernidad fílmica que llegaba a este país con retraso. Toda su filmografía, desde este film pasando por El sur (1983) y El sol del membrillo (1992), es una constante experimentación de la imagen y el sonido en busca de profundos y arriesgados significados. El espíritu de la colmena participa de esta modernidad al distanciarse de las pautas tradicionales de la narrativa convencional mostrando fragmentos casi independientes entre sí y otorgando más importancia a las emociones y sensaciones que a la mera exposición de la historia.
Treinta años después de su estreno, la reposición de este film demuestra la gran originalidad y la incuestionable aportación de Víctor Erice al cine español, con el valor añadido de su valiente apuesta en el momento de su estreno. Un ejercicio de libertad en un clima amordazado por la censura, que bien pudo ser superada por la estrechez intelectual de los censores y por la apuesta por un lenguaje sutil que sugiere sin enseñar lo evidente.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.