(3) ALIEN, EL OCTAVO PASAJERO, de Ridley Scott.

TERROR EN EL ESPACIO
Considerado por la crítica especializada todo un clásico del cine de género, tanto por el reconocimiento de su realizador como cineasta de culto —aunque venido a menos— como por la avalancha de imitaciones, derivados y secuelas que ha producido, Alien el octavo pasajero (1979) es una hábil mezcla de cine de ciencia ficción y de terror ambientado en el espacio exterior. Adscrita, pues, a la moda galáctica, tras La guerra de las galaxias (1977) y Encuentros en la tercera fase (1977), la película fue estrenada dos años más tarde, gozando del éxito en taquilla, y con los años se ha convertido en cita obligada para los amantes del género hasta el punto de engendrar tres secuelas, todas ellas protagonizadas por la única superviviente de la masacre original, la teniente Ripley, interpretada con contundencia por Sigourney Weaver.
La aportación incontestable del film de Ridley Scott, sin ser original en la materia —conviene recordar en ese sentido los films 2001, odisea del espacio (1968) de Stanley Kubrick y Solaris (1972) de Andrei Tarkovski— es la particular visión de un cosmos desconocido e inhóspito y cierto contenido reflexivo sobre el papel del hombre dentro de la inmensidad del espacio, nada ajena al pensamiento del novelista Joseph Conrad, cuya inspiración del relato es bien patente, ya desde el mismo homenaje que se le dedica bautizando la nave como «Nostromo», una de sus principales obras. Así mismo, el film huye de convencionalismos como la existencia de «buenos» o «malos»; introduce contenido social que proporciona cotidianeidad y verosimilitud, como son las reivindicaciones laborales de dos personajes; y domina la estructura del suspense mejor que la mayoría de producciones actuales. Al respecto, el director renuncia a abusar del efectismo y la espectacularidad que proporcionaría mostrar el alien a la cámara y pretende ocultarlo al espectador el mayor tiempo posible para aumentar el miedo. Sugerir en vez de mostrar resulta un uso inteligente de los mecanismos del cine de terror. El film no se basa únicamente en los efectos especiales —anticuados, incluso inocentes, comparados con los actuales— sino que a veces, es más efectivo y económico simplemente oír un grito y mostrar otras imágenes, como los rostros horrorizados de los demás componentes de la tripulación. Por lo que respecta al nivel estético, llama la atención el ambiente recreado de «terror gótico», que se caracteriza por los contrastes de luces y sombras, predominando éstas últimas, el uso de la banda sonora como un amplificador del suspense, la sensación de claustrofobia que impone estar encerrado en una nave con estrechos pasillos acompañados de un monstruo al acecho…
Y es que tanto Alien, el octavo pasajero (1979) como Blade Runner (1982) encumbraron a Ridley Scott como uno de los grandes del cine posmoderno gracias a una puesta en escena y a unas imágenes contundentes que serán largamente recordadas. Existen, no obstante, carencias en el discurso del film. La tan socorrida ubicuidad del alienígena resta credibilidad a la historia y lo que empieza como un drama de ambientación espacial termina como una estrafalaria versión de Diez negritos, donde escena tras escena van muriendo los tripulantes de la nave y queda finalmente la persona que más sentido común ha demostrado tener.
La reposición de la versión extendida, coincidiendo con el 25º aniversario del rodaje, supone una buena noticia para los fans de la saga y para aquellas generaciones que no pudieron disfrutar de ella. ¡Que aproveche!
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