(3) TE QUIERO PARA SIEMPRE, de Susanne Bier.

RETRATO DE LA INFIDELIDAD
Inventado en 1995 por un grupo de gente de cine danés agrupado alrededor de su genio oficial o inspirador institucional, Lars Von Trier, el Movimiento Dogma ha supuesto una corriente de aire fresco para el cine europeo en general y una acalorada y polémica discusión entre cinéfilos y críticos en particular. El decálogo Dogma está formado por las siguientes normas: 1) el rodaje debe realizarse en exteriores o interiores naturales, prescindiéndose de accesorios y decorados, 2) El sonido no debe crearse por separado de las imágenes, y viceversa. No se puede utilizar música, salvo que esté presente en el lugar donde se efectúa el rodaje, 3) La cámara debe sostenerse con la mano, 4) La película debe ser en color. Se rechaza cualquier tipo de iluminación especial, 5) Se prohíben los trucajes y los filtros, 6) La película no debe contener acciones superficiales, 7) Se prohíben los cambios temporales y geográficos, la película sucede aquí y ahora, 8) Los filmes de género no se consideran válidos, 9) El formato del filme será de 35 mm, 10) El director no debe aparecer en los créditos, no se considerará un artista, dará primacía al instante sobre el todo y hará que la verdad salga por la boca de los personajes y de la acción. ¿Una nueva estética cinematográfica o un timo pretencioso, producto del marketing publicitario? Sea como fuere, el resultado de todo ello es un cine de bajo presupuesto, sencillo en sus planteamientos, más reflexivo que espectacular, muy alejado de los cánones comerciales que nos llegan desde la otra orilla del Atlántico. Baste mencionar ejemplos como Los idiotas (1998), Celebración (1998), Mifune (1999), The King is alive (2000) o Italiano para principiantes (2000).
Te quiero para siempre trata de profundizar en la vida de cuatro personajes, dos parejas, implicadas en un accidente, en las que se desatan todo tipo de sentimientos: culpabilidad, comprensión, deseo, amor, sexo, celos, infidelidad, y abandono. Susanne Bier indaga en las incertidumbres que provoca el cambio inesperado en la vida de los personajes, que tienen que resignarse ante la fuerza de sus emociones. Pronto se plantea ese dilema entre la estabilidad familiar o dejarse llevar por la pasión, entre la represión y el desenfreno. La historia se desarrolla progresivamente, en una secuencia lógica y coherente, lo que le da mayor credibilidad. El tratamiento es documental, porque la cámara se limita a seguir a los personajes, a acompañarlos en su vida diaria, siendo testigo de todo cuanto sucede. La realizadora rechaza cualquier moralismo o juicio de valor. No se recrea en exagerados dramatismos, sino que muestra sólo aquello que le interesa. Es más, es de destacar la importancia que se le da a un humor sutil que acompaña a lo largo del filme, incluyendo en las escenas de mayor tensión. Ello demuestra el carácter tragicómico de la vida, evitando cualquier extremo: ni todo es trágico ni todo es cómico. Es decir, existe drama en los momentos cómicos y humor en los momentos dramáticos.
A pesar de pertenecer al Movimiento Dogma Te quiero para siempre no cae en el dogmatismo al permitirse una cuidadosa planificación y algunos incumplimientos en cuanto al sonido y a la estabilidad de la cámara.
Un final abierto concluye un film dotado de gran sensibilidad en un intento de reflexionar sobre las necesidades de afecto y las dificultades para definir eso que llamamos amor.
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