(2) ROSA LA CHINA, de Valeria Sarmiento.

CULEBRÓN
Presentada en el Festival de Venecia 2002, Rosa la china es fruto del encuentro enre la realizadora Valeria Sarmiento y el guionista José Triana, un cubano exiliado en París. La cineasta estaba fascinada por la sensualidad y el atractivo del mundo cubano y deseaba acercarse al mismo para expresar esa mezcla apasionante de sexo y santería, corrupción política y prostitución, gangsterismo y música caribeña. La presencia de Paulo Branco y Gerardo Herrero hicieron posible esta coproducción entre Cuba, España, Portugal y Francia, mientras la música de Paquito d’Rivera ponía el acento melódico imprescindible en un relato ubicado en la isla antillana.
La directora era consciente de la dificultad de llevar a buen puerto un proyecto que utiliza como forma expresiva los resortes narrativos del folletín radiofónico, sus personajes arquetípicos de pasiones, infidelidades, celos y ambiciones. Una solución era la estilización narrativa con el fin de conferir verosimilitud psicológica a los personajes. Otra manera de trascender las limitaciones del género era la contextualización de los conflictos mediante una serie de consideraciones de tipo socioeconómico y político, como es el caso de Fassbinder o de ese modélico melodrama titulado Lejos del cielo, de Todd Haynes.
Pero Valeria Sarmiento ha elegido una solución híbrida de enorme dificultad: ha asumido por entero la subcultura del folletín o culebrón latinoamericano -personajes lineales y sin complejidad, voz en off que va narrando los acontecimientos con el tono engolado y retórico de la radionovela- pero, a la vez, ha intentado contextualizar el relato, de forma realista, en la Cuba de los años 50, la dominada por el dictador Fulgencia Batista, con la oposición de estudiantes y obreros, negocios sucios por doquier y la prostitución como salida normal para las chicas y chicos de modesta procedencia social.
La película, pues, despierta abundantes dudas sobre la legitimidad de sus procedimientos y sobre el logro de sus objetivos: la posibilidad de conseguir un relato popular con los toscos medios expresivos ofrecidos por el imaginario colectivo para llegar a las entrañas de ese pueblo, el afrocubano, que tanto admiran sus autores. La articulación del film mediante un doble discurso paralelo, el de la ficción y el de la crónica de costumbres, que desembocan en un final trágico, no creo que nos acerquen al conocimiento sino a la comprobación de que el tópico y la caricatura son caminos generalmente abocados a la esterilidad.
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