(3) LAS HERMANAS DE LA MAGDALENA, de Peter Mullan.

A LA SANTIDAD POR EL TRABAJO
Peter Mullan es un escocés de origen irlandés que ha participado como actor en varias películas de Ken Loach. Las hermanas de la Magdalena es su segundo largometraje como realizador y el impacto que causó su estreno mundial no sólo provocó el enfado de los círculos vaticanos más conservadores, indignados ya tras El crimen del padre Amaro y Amen, sino también la obtención del preciado León de Oro en el Festival de Venecia 2002. La idea de realizar el film, ambientado cerca de Dublín, en 1964, surgió cuando Mullan vio un documental por el Channel 4 y le produjo tal estupor y rabia que decidió investigar más para denunciar los hechos ante el mayor número de espectadores.
El relato, elaborado con un estilo directo, a modo de reportaje, con cámara a mano, está protagonizado por cuatro muchachas acusadas de conductas inmorales, casi siempre relacionadas con el sexo -prostitución, madres solteras, violaciones, etc.- y repudiadas por sus propias familias. Estas desgraciadas jóvenes son recluidas, sin fecha de liberación establecida, en unos asilos o reformatorios regentados por unas monjas, las hermanas de la Magdalena, que trataban con cruel disciplina de llevarlas por el buen camino, con olvido absoluto no ya de la caridad cristiana, sino de los más elementales derechos humanos. Esta situación propia de un Estado teocrático medieval, con confusión entre pecado y delito, moral y derecho, se prolongó en Irlanda hasta 1996, tras pasar unas 30.000 mujeres por tan pías instituciones.
Para algunos críticos católicos, el film es un panfleto anticlerical, pero nadie ha podido demostrar la falsedad de los testimonios aportados en torno a unas jóvenes rebeldes, tratadas como delincuentes, que o habían sido víctimas de abusos o sólo trataban de vivir su libertad en unos años de cambio social en las costumbres. La legitimidad y necesidad del panfleto para agitar conciencias es, pues, evidente en determinadas circunstancias porque se trata de potenciar la expresión de una realidad hasta entonces oculta, en este caso mediante un fuerte alegato contra la opresión y el fanatismo, en un contexto donde no se discuten creencias religiosas sino una forma dictatorial de ejercer el poder.
Pero la película no puede ser acusada de esquemática y simplista. La excelente labor de las actrices logra crear no sólo personajes verosímiles y dotados de cierta complejidad, con sus contradicciones, dudas y mezquindades. La palabra clave que explica la situación de represión, que a nivel individual genera conductas patológicas, aberrants y a escala colectiva explica el contubernio autoritario entre monjas, policías, padres, Iglesia y Estado, con la extensión de los procesos alienantes hasta afectar a las propias conductas de las víctimas: agresividad y delaciones en unos casos; sentimientos de culpa y necesidad de expiación en otros.
Las hermanas de la Magdalena no sólo es un legítimo ajuste de cuentas sino también un toque de atención sobre la necesidad de memoria y sobre la conveniencia de evitar el olvido de situaciones injustas y denigrantes como aquella en el que el trabajo obligatorio no es redención sino negocio ajeno y en que la severa disciplina sólo es sadismo y humillación con innecesarios castigos físicos y psicológicos. Un film del que muchos hemos salidos henchidos de emoción y de indignación, especialmente quienes recordamos los infames internados religiosos de los años 50.
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