(1) TEXAS RANGERS, de Steve Miner.

FLOJO WESTERN
A finales de los años 60 tuvo lugar el canto del cisne del western como genuino género USA con dos excelentes títulos crepusculares: Los profesionales, de Richard Brooks, y Grupo salvaje, de Sam Peckinpah. Desde entonces, a la escasez de producción se ha añadido la falta de ideas renovadoras y la pretendida copia de los grandes maestros clásicos se ha quedado en simple caricatura cuando no en tremenda vulgaridad.
Texas Rangers es uno de esos productos anodinos poblados de buenos y malos, de héroes y villanos, en el enfrentamiento que tuvo lugar tras la Guerra Civil USA, junto a la frontera mexicana, entre los forajidos y los representantes de la ley y el orden, organizados estos últimos en un cuerpo de policía rural de reciente creación: los Rangers de Texas.
Basado en un libro de George Durham, el film erige como protagonista a un capitán rodeado de un grupo de jovenzuelos cuya ilógica presencia sólo puede obedecer a las exigencias del mercado cinematográfico, copado en su mayoría por chicos y chicas menores de 25 años.
Apenas algún apunte crítico sobre la falta de escrúpulos éticos en la actuación justiciera de los Rangers en este relato de acción, tiros y cabalgadas lleno de personajes elementales y que retoma ciertos elementos efectistas del spaghetti-western a la vez que permite homenajear a John Ford en un plano final con jinetes recortándose sobre el sol del atardecer en el horizonte.
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