(1) TE QUIERO EUGENIO, de Francisco José Fernández.

SIMPLISMO SENTIMENTAL
Melodrama italiano que narra la estrecha relación que surge entre un hombre afectado por el síndrome de Down y una chica que se recupera de un accidente de coche. El género dramático es, según muchos realizadores, uno de los géneros cinematográficos más difíciles, en tanto que es más fácil hacer reír que llorar. Te quiero Eugenio va dirigido a emocionar al espectador como cualquier drama, pero la forma de contarla y el estilo que posee no ayuda a alcanzar correctamente su objetivo. Así, junto con la trama principal se añaden varias subtramas (recuerdos de la infancia, reaparición de su primer y único amor, relaciones familiares) que empobrecen la historia al centrarse en un sentimentalismo superficial, lo que recuerda la estructura de la telenovela y la comedia de situación. La concatenación de hechos desgraciados y la mala fortuna pervierten su intencionalidad y se aproxima a la exageración que caracterizaría a cualquier parodia. En cuanto a los personajes, salvo el protagonista, dotado de gran sensibilidad y humanidad, alejado de la imagen típica que se ha dado a los disminuidos psíquicos, los demás personajes son planos y carentes de complejidades emocionales, perdiendo espontaneidad, credibilidad. Incluso la interpretación resulta decimonónica: miradas al infinito y lágrimas de cocodrilo mientras dicen lo que sienten y lo mal que les ha tratado la vida. La “evolución” (por decir algo) de sus sentimientos se produce a través de la palabra, no de sus acciones.
Te quiero Eugenio no muestra de forma realista el drama humano, el director no se acerca al dolor como un espectador sino que explota el simple sufrimiento como espectáculo. Además se nos proporciona toda la información de forma masticada, los personajes nos lo cuentan todo, no hay espacio para la ambigüedad ni el misterio. Un intento fallido por acercarnos al mundo de los sentimientos.
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