(3) EL TRAJE, de Alberto Rodríguez.

PICARESCA
Los realizadores de El factor Pilgrim, Santiago Amadeo y Alberto Rodríguez, han escrito el guión de este film que les ha financiado Tesela P.C. y el resultado, bastante satisfactorio, ha sido una comedia costumbrista cuyos aspectos sociales -paro, vivienda, inmigración, etc.- han quedado como un telón de fondo dominado por las consideraciones humanistas en torno a los dos protagonistas.
El traje constituye, pues, una parábola sobre la sociedad del bienestar vista con los ojos escépticos y desencantados de los desheredados, como viene a significar el breve cuento final que nos muestra la felicidad como algo quimérico para muchos sectores sociales de la España de los milagros. Relacionada temáticamente con Rufufú y Los tramposos, salvando las distancias, el film de Alberto Rodríguez nos habla de supervivencia en la Sevilla de hoy, de las ingentes dosis de imaginación que los marginados han de utilizar para poder comer y dormir cada día.
Los protagonistas recurren a la picaresca y al timo para salir adelante, con una técnica que convierte a la pequeña delincuencia en un arte dominado por la simpatía y el ingenio. La película evita toda gravedad a la hora de presentar fuera de la ley a su involuntario cómplice, privilegiando lazos de amistad entre el africano y el sevillano mentor. La solidaridad es lo que evita que se sientan solos y perdidos. Estamos ante una comedia mesurada que no falsea la realidad ni recurre al tono panfletario catastrofista; que evita el fácil alegato antirracista pero que no cae en la sensación de edulcorarlo todo con imposibles idilios amorosos, repentinas riquezas y finales felices. El magnífico pulso narrativo de Alberto Rodríguez sabe sortear los diversos peligros que acechaban a un relato en el que prevalecen un ritmo ajustado, una hábil planificación y una experta dirección de actores.
Aquí si los negros lo pasan mal no es por el color de su piel sino por su pobreza, la discriminación es económica, no social. El traje de exquisito corte salva al protagonista de males mayores porque la apariencia es siempre una buena ayuda aunque no la solución definitiva. Sólo les queda la amistad a los personajes principales, dos personas invisibles sin existencia laboral o ni legal, condenadas a ingeniárselas para sobrevivir en la España de las oportunidades.
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