(2) EL ÚLTIMO TREN, de Diego Arsuaga.

¡MÁS MADERA!
Segundo largometraje del uruguayo Diego Arsuaga, el film narra la odisea de tres jubilados, miembros de una asociación, que se oponen a la venta de una vieja locomotora en desuso a una productora cinematográfica de Hollywood. Uno de los atractivos del relato es la lograda simbiosis entre ciertas propuestas del cine europeo, referidas a preocupaciones sociales, la solidaridad, la dignidad personal, etc. y la estética del cine espectacular estadounidense, con utilización de códigos narrativos como los del western y el cine de aventuras que determinan la estructura de la larga secuencia de la persecución del tren por la policía.
Así pues, en la película podemos apreciar esa acción trascendida por el humanismo y la autoestima -lo mismo que en films como Atraco a las tres o El último caballo-, una defensa del patrimonio nacional oponiéndose a su privatización y venta y, sobre todo, una operación de nostalgia mediante la cual se manifiesta el dolor por la pérdida de una hermosa máquina del siglo XIX, con la contradicción entre la belleza del tren y la imposibilidad económica de su explotación. En Uruguay hace ya 20 años que los ferrocarriles dejaron de funcionar.
Con todo, el principal atractivo de El último tren son sus actores, especialmente Federico Luppi, Héctor Alterio y Pepe Soriano. El relato no logra convertirse en metáfora por su excesiva linealidad y simplicidad. En realidad se trata de una anécdota única alargada hasta la hora y media. La idea era excelente para un mediometraje.
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