(1) FOREVER MINE, de Paul Schrader.

DEL AMOR AL ODIO
Versión moderna de El conde de Montecristo, Forever mine no aporta nada nuevo en la historia universal de infidelidades y celos. Así, el film narra la venganza que enfrenta a dos hombres durante más de una década a causa de un antiguo affaire entre uno de ellos y la joven esposa del otro. Si lo fundamental en un thriller de este tipo es el análisis y la profundidad de los personajes, pues se debe convencer al espectador de las motivaciones de cada uno de ellos para crear la credibilidad y el realismo necesario, la película fracasa sin remedio.
A la sobreexplotada trama argumental y a la pobreza psicológica de los personajes (existencia de sentimientos puros, contrasentidos entre pasiones despiertas por la soledad y la incomunicación y el sentimiento de culpabilidad y de pecado), propios de los típicos folletines novelescos de amantes y amores “para toda la vida”, hay que añadir una resolución más propia de los infumables telefilmes de sobremesa que de una película que busque la o las causas de la infidelidad.
Forever mine peca de una pretensión estética que no logra mejorar el producto, a base de perfectos encuadres, colores vivos, abundantes movimientos de cámara. La inclusión de varias escenas de cama (sin más centímetros de piel que las políticamente correctas) como gancho para atraer espectadores es decepcionante pues se utiliza una de las motivaciones principales como puro espectáculo dramático.
Paul Schrader es un viejo conocido en la Turia, que ya en su momento destacó dos obras suyas, Posibilidad de escape (3) y Aflicción (3). No obstante, en el resto de su filmografía no se salva de ceros y unos. Éste es uno de ellos.
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