(4) LA NOVIA DE LÁZARO, de Fernando Merinero.

DURA TRAVESÍA VITAL
Películas que traten temas políticamente incorrectos como la inmigración, el mundo de la droga, la prostitución o simplemente la pobreza son escasos en estos tiempos de conformismo y pensamiento único. Es por esto que celebramos con entusiasmo La novia de Lázaro, última película del director madrileño Fernando Merinero. No solamente nos introduce en esos mundos ocultados por los poderes fácticos y los medios de comunicación sino que además lo hace con una contundencia y a la vez con una sencillez demoledores.
Con un tono documental, el film narra las dificultades de una joven cubana, Dolores, que llega a España seducida por la promesa del paraíso que su novio Lázaro le ofrece por teléfono. Deja todo atrás con la ilusión de una nueva vida pero se encontrará con otra vida muy diferente a la soñada. Al llegar, su novio está en la cárcel y enganchado a la heroína. Así, Dolores inicia una dura travesía por su supervivencia.
Merinero despliega un estilo cinematográfico directo, ágil, espontáneo y utiliza los mínimos recursos (luz natural, sonido directo, escenografía funcional). En este sentido, el realizador ha acuñado en sus trabajos un nuevo «género»: las películas vivas, rodadas sin un guión cerrado, improvisando los diálogos y dejando que la acción avance de forma viva y natural, la cámara al hombro persiguiendo literalmente a los actores y sin planificación que valga. El resultado de todo esto es una película que se construye como la vida misma, cada secuencia es un brochazo de realidad.
A destacar también una interpretación contundente y profesional, los actores en general y la actriz Claudia Rojas en particular se dejan llevar como los auténticos personajes que interpretan. No es de extrañar que Claudia recibiera el Premio de Interpretación en el Festival de Málaga por su extraordinario papel, lleno de matices, reflejo de la complejidad de la psicología humana.
La novia de Lázaro constituye una crónica veraz de la vida diaria de aquellos inmigrantes que vienen a nuestro país para progresar, para ser felices, ya que donde vienen se les niega ese derecho. En ningún momento Merinero hace concesiones. La desorientación, la escasez de recursos, la necesidad de trabajar, la marginación, el sexo, incluso el racismo y la xenofobia se hacen presentes sin posibilidad de resoluciones poco creíbles o panfletos de buena fe. Eso sí, la protagonista, a fuerza de trabajar y con no poco sudor va construyendo una vida más o menos digna que muestra su fortaleza y su deseo de salir adelante.
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