(3) EL EMPLEO DEL TIEMPO, de Laurent Cantet.

LA VIDA COMO UNA MENTIRA
Impactante película de Laurent Cantet, que ya en Recursos humanos abordaba el tema del paro y la jubilación forzosa, El empleo del tiempo está basada en un caso real sucedido en Francia y logró justamente el León de Oro en el Festival de Venecia. Relato que subyuga por la verdad humana que desprenden sus personajes y situaciones, narra de forma tan sobria como profunda la historia de un ejecutivo, asesor empresarial, despedido de su trabajo, que finge durante varios meses tener una nueva ocupación laboral, engañando a familiares y trampeando para obtener ingresos mediante préstamos, la captación de fondos para inexistentes inversiones o participando en la economía sumergida con la venta de objets de marcas falsificadas.
Realizado con actores no profesionales, excelentes intérpretes, el film es una parábola de la vida moderna -alienación, obsesión por el dinero, importancia de las apariencias, consumismo, etc.- que pone al desnudo la tragedia personal del protagonista así como las implicaciones sociales que ella comporta. Para huir de la realidad ingrata, se sumerge en una espiral de mentiras que lo complicarán todo mucho más y que aumentarán su insatisfacción. Pero frente a la adicción al trabajo de muchos empleados, que no saben qué hacer con su tiempo libre, Vincent desea cambiar de vida, disponer de su tiempo, oportunidad que aprovecha tras su despido. La paradoja reside, precisamente, en que para disimular su falta de ocupación real, debe trabajar intensamente para cubrir las apariencias.
Destaca poderosamente el lado humano del drama expuesto, la angustiosa necesidad de sobrevivir, la doble vida que le condena a la soledad, las tensas relaciones con su familia, desconcertada ante su esquivo carácter.
En resumen, la vida profesional y familiar como una representación, como el reino de las apariencias, en aras del mantenimiento de un status social y de un prestigio profesional que el moderno capitalismo, con los ejecutivos como sus más genuinos voceros, ha erigido en lo más alto de la escala de valores.
Ambiguo final, aparentemente feliz, planteado como un círculo que se cierra sobre sí mismo. ¿Mal menor? ¿Presiones familiares? ¿Fatalismo al que sólo cabe oponer el escepticismo de la víctima? Opinen ustedes.
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