(2) LAS ACERAS DE NUEVA YORK, de Edward Burns.

LAS RELACIONES AMOROSAS DE HOY
Edward Burns se ha convertido en un referente casi necesario para conocer la vida neoyorkina en lo concerniente a las relaciones sentimentales y sexales de sus jóvenes habitantes. En este su cuarto largometraje, Burns asume su autoría total del film al convertirse en productor, director, guionista y actor de una comedia eminentemente urbana, de carácter coral, con protagonista colectivo, seis personajes procedentes de diversos barrios de la gran ciudad que, movidos por el azar, conformarán tres parejas que materializarán la mecánica del enamoramiento y del desamor.
Una producción independiente, de reducido presupuesto, con rodaje en 16 días, que utiliza una serie de recursos expresivos y narrativos ya ideados por la Nueva Ola francesa (cámara en mano, saltos de eje, exteriores en escenarios naturales, diálogos cotidianos, etc.) para trazar una red de relaciones personales entre sujetos inicialmente desconocidos, a partir de un guión de estructura circular cuyo espíritu debe no poco a la forma en que Woody Allen contempla a sus contemporáneos.
Crónica de las relaciones amorosas en los tiempos actuales, Las aceras de Nueva York nos muestra la búsqueda incesante del amor, el sexo y el compromiso a través de una serie de juegos, persecuciones, seducciones, mentiras y sorpresas que incluyen las confidencias de unos personajes que miran directamente a la cámara, un recurso estilístico empleado para subrayas el carácter realista de la ficción.
Encuentros y separaciones, ligues y rupturas, conversaciones y escenas de cama (ofrecidas generalmente de forma elíptica, a través de los diálogos), falacias y verdades, cazadores y presas… como elementos consustanciales en las relaciones amorosas y que reducen a tres las motivaciones de los encuentros: la pasión, la afirmación de la propia personalidad o la búsqueda de la seguridad.
Un guión bien elaborado y una cámara ágil procuran el logro de un cine sencillo y verdadero, descuidando un poco la dirección de los actores, que aparecen recitar sus papeles de forma algo rutinaria. Para algunos, Edward Burns es un testigo excepcional de los débiles lazos afectivos que unen a los jóvenes de hoy. Para otros, este Rohmer de Nueva York actual repite fórmulas con excesiva facilidad, con un talento limitado por una cierta superficialidad.
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