(3) LA ZONA GRIS, de Tim Blake Nelson.

LA SOLUCIÓN FINAL
Tim Blake Nelson es conocido como joven actor en films de J. Coen, T. Malick, M. Newell y H. Hartley, y La zona gris, su tercer largometraje como realizador, está basado en una obra teatral suya que se inspira en la novela autobiográfica de Miklos Nyiszli, médico judío húngaro que fue ayudante del Dr. Mengele en el campo de exterminio de Auschwitz, donde realizaban experimentos con los prisioneros hebreos.
La película fue rodada en Bulgaria, cuenta con un destacado reparto (Harvey Keitel, Mira Sorvino, Steve Buscemi, etc.) gracias a la amistad de los actores con el director y estuvo presente en la sección oficial del Festival de San Sebastián.
Basada en hechos reales, La zona gris se sitúa entre el rigor documental del cortometraje Noche y niebla (Alain Resnais, 1956) y la ficción excesivamente dilatada y lacrimógena de La lista de Schlinder (Steven Spielberg, 1993), logrando evitar una visión demasiado sentimental gracias a un estilo de crónica de hechos cotidianos cuya narrativa fría y escueta lo alejan del melodrama para acercarlo a una captación más directa de la realidad.
La mayor novedad de la película reside en la presencia medular de los comandos especiales integrados por judíos que colaboraron con los nazis en el trabajo más sucio: gasear e incinerar los cadáveres de los prisioneros, quedándose con algunas de sus pertenencias y llevando un modo de vida privilegiado (comida, alcohol, tabaco) alargando así unos meses su existencia. Este dilema moral entre convertirse o no en colaboradores de sus verdugos es la clave ideológica del film, que no se resuelve de forma maniquea.
El punto de vista del relato es el del médico ayudante de Mengele, que accedió a realizar su labor tras conocer que su familia estaba entre los prisioneros de Auschwitz, por lo cual las razones y motivaciones adquieren una rica gama de posibilidades, desde el morir de un tiro en la nuca al suicidio, desde la rebelión violenta condenada al fracaso a la salvación momentánea de algún compañero, opciones éticas tomadas todas en una situación límite, entre la desesperación, la deshumanización total, el máximo sufrimiento físico y psíquico, la conciencia anulada por el terror o las escasas emociones emergentes susceptibles todavía de permitir la distinción entre el bien y el mal.
Cine duro y sin concesiones, La zona gris no nos permite siquiera el consuelo de un final reconfortante pero sí una reflexión sobre la dificultad de mantener la dignidad humana en situaciones excepcionales. Es también una reconstrucción del Holocausto con la imposibilidad de representación del mal absoluto, del horror supremo, del genocidio mayor de la Historia, sin que las características propias de la ficción y del espectáculo acaben malbaratando los proyectos de un realismo total.
Pese a algunos fallos históricos de detalle, La zona gris es un film muy interesante aunque condenado a una corta carrera comercial por su falta de coartadas que gratifiquen al espectador. Una fotografía de tonos sucios, apagados y metálicos, en la que casi han desaparecido los colores, propicia un realismo cotidiano como marco adecuado de la gran tragedia ante la cual el realizador sólo se permite una licencia poética: un final mostrado desde un punto de vista imposible, el de la muchacha que relata su martirio y su fusión con las demás víctimas convertidas en humo.
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