(1) BABY BOY, de John Singleton.

RANCIO OPORTUNISMO
John Singleton despertó el entusiasmo general con su debut en El chico del barrio pero su carrera posterior le ha llevado por las más trilladas sendas comerciales cultivando una modalidad fílmica minoritaria aunque aunque ya existente en la industria USA desde los años 30: las películas producidas y realizadas para el público afroamericano. El director parece querer testimoniar la inmadurez de los jóvenes negros de Estados Unidos. El protagonista arrastra aquí un complejo edípico y otro de Peter Pan, con su miedo a crecer y a asumir responsabilidades, a lo que hay que añadir una excesiva afición a holgazanear y a la promiscuidad sexual, así como un habitual coqueteo con las armas y las drogas. El resultado: abundante delincuencia juvenil y frecuentes estancias en la cárcel. nada que no haya explotado ya, con mucho mayor rigor y profundidad Spike Lee, que ha ilustrado a todos los públicos sobre las carencias y obsesiones de la población negra de su país. Lamentablemente, Baby Boy, con sus reiterativas escenas de peleas familiares y efusiones sexuales, hace difícilmente soportables sus más de dos horas de duración. El carácter anecdótico de lo que cuenta y la rutina con que se cuenta le impiden alcanzar más altos vuelos, y tanto lujo nos huele demasiado a un rancio oportunismo en un producto hecho pensando demasiado en el negocio.
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