(2) LA LUNA EN DIRECTO, de Rob Sitch.

UNA ODISEA DEL ESPACIO
Basado en hechos reales, el segundo largometraje de Rob Sitch se desarrolla como un flash-back a partir de los nostálgicos recuerdos de un científico que, en julio de 1969, estuvo al frente del radiotelescopio más grande del hemisferio sur, sito en Parkes (Nueva Gales del Sur), gracias al cual fue posible la retransmisión televisiva del momento cumbre de la misión Apolo XI, cuando el astronauta Neil Armstrong pisó por primera vez la superficie lunar.
Pero La Luna en directo no se alinea, afortunadamente, con esos films grandilocuentes y patrioteros USA sobre viajes espaciales sino que conecta, más propiamente, con el estilo de humor de las comedias británicas Earling de los años 50: ambientes cotidianos, tipos sencillos y entrañables, tono excéntrico y ligeramente satírico, etc.
La mayoría de las secuencias han sido rodadas en la misma gigantesca pantalla parabólica que fue instrumento clave en el seguimiento y la difusión de uno de los hechos más importantes del siglo XX, resaltando dos aspectos fundamentales: por una parte, los problemas técnicos surgidos en su tarea de colaboración con la NASA por culpa de un inoportuno apagón de luz y de un fuerte vendaval; y por otra, las relaciones humanas puestas a prueba en una situación límite que vino a poner en evidencia las paradojas y los contrastes entre un ambiente rural y el uso de alta tecnología, entre técnicos corrientes dedicados a faenas rutinarias y el enorme desafío de conectar con la Luna para ofrecer imágenes del módulo y de sus tripulantes a 600 millones de espectadores.
Hay que destacar que el chauvinismo australiano, el orgullo de haber participado en tan trascendente misión, se halla aquí matizado gracias a unos personajes bastante bien calibrados y humanizados, que se apartan del tópico heroísmo de superhombres generalmente utilizado. Digamos que el principal acierto del film, una hábil mezcla de comedia, drama y suspense, es haber sabido comunicar al espectador un cúmulo de emociones tan simples como auténticas y que van desde la alegría por el éxito a la fina ironía de los políticos, siempre deseosos de aprovechar cualquier acontecimiento para exhibir su figura ante los medios de comunicación.
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