(2) EL ÚLTIMO HARÉN, de Ferzan Ozpetek.

LA CAÍDA DEL IMPERIO OTOMANO
El segundo largometraje de Ferzan Ozpetek, realizador turco afincado en italia, es una mirada lanzada desde un Occidente fascinado sobre un Oriente cuyo misterio y exotismo comporta una contradicción: privilegiar la nostalgia por un mundo condenado a desaparecer por la llegada de unos tiempos más libres, justos y modernos. Era el mismo sentido de pasar por el paraíso perdido que expresaban de forma sublime tanto Visconti en El Gatopardo (1963) como Bertolucci en El último emperador (1987).
La película se estructura en torno a tres momentos clave: 1903, con el ingreso en el harén de la joven italiana Safiyé; 1923, con el cierre del serrallo y la liberación de sus ocupantes al establecerse la Constitución democrática tras la caída del imperio otomano, con el exilio del sultán y el drama personal de quienes ya libres son incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos; y 1953, con los recuerdos de una Safiyé anciana servidos por flash-backs que hacen avanzar el relato.
La historia central está vertebrada por los amores prohibidos entre la esclava favorita y un eunuco en el limitado contexto del harén, un reducto aislado y reservado que no sólo suministra mujeres para el placer del señor y para procurarle hijos sino que constituye un particular universo femenino en el que una cierta complejidad permite la coexistencia de las prestaciones sexuales, la crianza de la prole, el cultivo de ciertas manifestaciones culturales y una terrible lucha por el poder, por mantener una rígida jerarquía, recurriendo incluso a la violencia con tal de convertirse o mantenerse como favorita del sultán.
El último harén es un film que destaca por su fina sensibilidad y poderosa sensualidad, con una cálida fotografía que crea un mágico clima oriental, que constituye una hermosa metáfora sobre el final de una época, con la liberación de las mujeres esclavas y el hundimiento de un régimen feudal abolido tras la derrota turca en la I Guerra Mundial, pero cuyo indudable atractivo parece mermado por la falta de frescura, lirismo y originalidad que constituían las virtudes más relevantes de Hamam. El baño turco (1997), la primera obra del director. El principal defecto de El último harén reside en la confusión de su punto de vista narrativo que se reparten la protagonista y una narradora oral que va desgranando los acontecimientos a modo de leyenda popular. El resultado es cierto desorden en los bloques temporales, las referencias biográficas y de evocaciones que propician una excesiva acumulación de temas, personajes y momentos históricos.
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