(3) HARRY, UN AMIGO QUE OS QUIERE, de Dominik Moll.

UN INTRUSO EN LA FAMILIA
Presentado e injustamente ignorado en los últimos festivales de Cannes y Sitges, el segundo largometraje del alemán Dominik Moll sigue las huellas literarias de Patricia Highsmith y las fílmicas de Hitchcock —indirectamente también las de Chabrol y los Coen— para abordar una situación muy transitada por el cine, desde Pasolini a los thrillers de Estados Unidos: el extraño que se introduce sinuosa y amablemente en una familia o en una casa para terminar desencadenando el drama o el terror. Pero Harry, un amigo que os quiere es un film excelente por varias razones: un cuarteto de actores fantásticos entre los que sobresale el sobrio y genial Sergi López; la agudeza de las observaciones cotidianas; la sutileza del guión; la precisión narrativa en scope; la ausencia de morbo en la presentación de la violencia, de la que solo vemos los resultados; y, sobre todo, la complejidad de las relaciones humanas, que discurren entre conceptos antagónicos como libertad y deber, instinto y compromiso.
Aunque son cuatro los actores principales, dos parejas, es Sergi López el verdadero protagonista, un psicópata descrito a la perfección: obseso, ególatra, cree que el fin justifica los medios, actúa sin referencia alguna a afectos o valores, produce un daño “involuntario” a los demás y carece por completo de conciencia del mal, de remordimientos o de sentido de culpabilidad.
Un matrimonio con tres hijas pequeñas, acosado por problemas económicos, familiares y profesionales, será víctima de la lógica perversa de Harry, un antiguo y rico compañero de instituto del marido que, paradójicamente, solo pretenderá ayudarle. Cabe en esta relación una interpretación psicoanalítica: Harry es el alter ego de Michel, una proyección de sus más profundos deseos y frustraciones, evidentes en su afición a la escritura y su verdadero oficio de profesor de francés para japoneses. Harry, pues, ha irrumpido para “ordenar” la vida de su amigo hasta traspasar los límites de lo patológico: sin normas morales de referencia que acatar, el problema son todos los demás y hay que eliminarlos. Perdido el control, por coherencia, el crimen se convierte en un perfecto instrumento de liberación personal, como ya apuntaba irónicamente Richard Quine en la magistral Cómo matar a la propia esposa (1965).
Otra de las virtudes de Harry, un amigo que os quiere es la singularidad de su estilo, una ponderada mezcla entre comedia, cine negro y suspense, un relato repleto de humor y de terror que logra inquietar al espectador causándole tanto miedo como placer. En definitiva, quizá todo haya sido una pesadilla, un mal sueño de Michel, con la vuelta a la normalidad tras el horror en un final sarcásticamente feliz. El marido se siente ya libre y puede reiniciar su carrera como escritor, realizado como persona. La familia sonríe apaciblemente mientras suena en el coche, de regreso, la canción Ramona, una versión grabada en 1928 por Dolores del Río.
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