(3) PLENILUNIO, de Imanol Uribe.

LA MIRADA DEL ASESINO
Adaptación de la novela homónima de Antonio Muñoz convertida en guión por Elvira Lindo, Plenilunio es un thriller psicológico que se presentó en el reciente festival de San Sebastián, donde fue recibido con división de opiniones. El tema del pederasta asesino ya había sido abordado brillantemente por Fritz Lang en M. El vampiro de Düsseldorff (1931) y por Ladislo Vadja en El cebo (1958), pero en esta ocasión el film de Imanol Uribe alterna dos líneas argumentales: la investigación de un policía para descubrir a un psicópata que abusa de niñas y las mata y, por otra parte, las relaciones entre el inspector y una maestra, personajes maduros y solitarios que intentan rehacer sus vidas y recobrar el afecto, la ilusión y la autoestima en un proceso de renacimiento emocional.
Uribe ha realizado con aplicación una película ambientada en una pequeña ciudad provinciana —el rodaje tuvo lugar en Palencia—, que recuerda los grises escenarios utilizados por Chabrol para muchas de sus intrigas criminales; ha dirigido con mimo a un grupo de excelentes actores entre los que destacan Miguel Ángel Solá, Juan Diego Botto, Adriana Ozores, Fernán Gómez, Chete Lera, Charo López, etc.; ha cuidado la complejidad de los personajes, mostrando su evolución ideológica a lo largo de los años; ha evitado el tratamiento morboso de la violencia sexual, recurriendo a la leyenda del hombre-lobo para expresar metafóricamente las consecuencias del mal y, en conjunto, ha elaborado un relato bastante sólido que baraja el horror y el amor como las dos caras opuestas de vida, un drama solo superable mediante un profundo deseo de alcanzar la felicidad.
Pero Plenilunio despierta también reservas porque evidencia algunos aspectos, como mínimo, discutibles. La fiel adaptación de Elvira Lindo ha respetado en exceso los diálogos literarios del libro, cuando en el cine conviene utilizar discursos realistas o verosímiles antes que simplemente hermosas; el tema del terrorismo etarra, el atentado, está metido con calzador y viene a diluir la coherencia interna de la historia; y, finalmente, se echa en falta un tratamiento más riguroso de la figura del joven psicópata y de su retorcido universo mental, resultando demasiado etérea la referencia a sus ojos como expresión de su metafísica perversidad, pues lo dramático de algunas peligrosas formas de locura es precisamente que germinen y se desarrollen en personas con plena apariencia de normalidad.
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