(3) PEQUEÑO CHEROKEE, de Richard Friedenberg.

LA EDUCACIÓN DE PEQUEÑO ÁRBOL
Las primeras películas que, al parecer, denunciaron el genocidio de los pueblos nativos por los colonos norteamericanos fueron Flecha rota (1950) y La puerta del diablo (1950), valientes acusaciones de la violencia ejercida sobre los indios americanos por los hombres blancos, sajones y protestantes, tanto mediante la guerra como mediante la usurpación de sus tierras en tiempos de presunta “paz”. Pequeño cherokee, debut en el largometraje del guionista Richard Friedenberg y adaptación de la novela de Forrest Carter, sitúa a los personajes en 1935, en la Gran Depresión, cuando algunos descendientes de las tribus cherokees que fueron diezmadas y deportadas en el siglo anterior regresan a las montañas de Tennessee y sobreviven allí con escasos medios económicos y materiales.
El punto de vista de la narración está constituido por Pequeño Árbol y su educación, un cherokee de ocho años huérfano y acogido por sus abuelos, un matrimonio mixto formado por una india y un escocés que sufrirán el acoso de la cultura dominante al entrar en escena las instituciones más representativas —religión, justicia, policía y escuela—, llegaron a la intolerancia con los nativos hasta el punto de encerrar al niño en una represora escuela rehabilitadora y atribuirle un nuevo nombre para acabar de extirpar todas las raíces de su cultura materna.
Película hermosa, honesta y entrañable, Pequeño cherokee cuenta con una sugestiva partitura musical de Mark Ishán que rememora los aires escoceses y destaca en dos aspectos fundamentales: su llamada a encontrar el sentido de la existencia, ese “camino de la vida” basado en el amor de los seres queridos, la comunión con la tierra de los antepasados y el respeto por la Naturaleza y, en segundo lugar, como sucedía con los grandes clásicos del cine mudo, la nítida mirada con la que el director contempla a sus personajes, esa íntima y directa relación entre la cámra y los objetos encuadrados sin que se interponga ninguna telaraña mental o moral entre sus intenciones testimoniales y sus imágenes.
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