(1) SEXO POR COMPASIÓN, de Laura Mañá.

LA BUENA SAMARITANA
El argumento de Sexo por compasión, primer largometraje dirigido por la actriz catalana Laura Mañá, evoca el episodio evangélico de María Magdalena y me recuerda la vana pretensión que tuvimos algunos alumnos, en nuestra ya lejana adolescencia, de convencer a nuestro profesor de moral católica, un cura naturalmente preconciliar, de que el beneplácito de una chica para follar con nosotros debería considerarse como un acto supremo de generosidad y amor al prójimo. Lo cierto es que esta co-producción hispano-mexicana está planteada como una fábula en la que Lolita, una mujer obesa que habita en un desolado pueblo, empieza a realizar milagros tras su decisión de acostarse con cualquier hombre que se lo pida.
Sabíamos por Freud que la sexualidad gozosa y satisfecha, con ausencia de represiones, produce bienestar y elimina la agresividad, pero en esta ocasión la actividad de la bienhechora y caritativa protagonista, que peca por amar demasiado, toma la forma de una parábola que, en clave de comedia de situaciones, se sitúa entre la realidad y la fantasía, un terreno resbaladizo y ambiguo en lo estilístico en el que, además, se quieren difuminar las fronteras entre el bien y el mal, entre la virtud y el vicio.
Premiada por el público en el último festival de Málaga, Sexo por compasión me parece un relato fallido en sus intenciones que parece tomar su inspiración en el ruralismo humanista de Berlanga de los años 50 como en el Buñuel mexicano de las irreverencias con el dogma religioso, todo ello aureolado con ese “realismo mágico” que consagraron los escritores latinoamericanos de los años 50 y 60.
El problema es que todo resulta demasiado simplista e ingenuo, poco verosímil, como resultado de un mediocre guión que sirve mejor a los conceptos abstractos y los símbolos que a la lógica de la realidad cotidiana, traduciéndose todo ello en una puesta en escena demasiado elemental que utiliza, por ejemplo, la música flamenca y la fotografía gris para los momentos de tristeza y depresión, mientras los boleros y el color ilustran los momentos en que se exalta el placer y la alegría de vivir. Todo, insisto, demasiado cándido y superficial.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.