(3) KRÁMPACK, de Cesc Gay.

UN VERANO DECISIVO
El segundo largometraje de Cesc Gay hubiera constituido una sorpresa aún mayor si no conociéramos ya su talento tras la visión de Hotel Room (1998) —una producción tan barata como atractiva que realizó en Estados Unidos—. En Krámpack ha podido contar con más medios para el rodaje y aborda un tema tan delicado que apenas había sido rozado por el cine español —Los chicos (1959) de Marco Ferreri y Barrio (1998) de Fernando León de Aranoa van por ese camino— y nunca desde luego con tal dosis de osadía y autenticidad: esa difícil etapa del fin de la pubertad, los 16 años, momentos de indefinición sexual, de búqueda de nuevas experiencias, de exploración de un nuevo territorio de sensualidad y placeres, de amistades particulares, antes del decantamiento hacia una u otra orientación afectiva y sexual, antes del hallazgo de la propia identidad y de afirmación de la personalidad en ese complejo proceso biológico y psicológico que llamamos adolescencia.
El realizador catalán ha sabido combinar la valentía y la sinceridad con el pudor necesario para no caer en el sensacionalismo a la hora de presentar las experiencias sexuales de los jóvenes protagonistas, encarnados por Fernando Ramallo y Jordi Vilches, lo que resuelva acudiendo a la sugerencia, a la penumbra, al fuera de plano o a los objetos interpuestos, logrando un relato que posee una coherencia expresiva madura y más propia de un veterano cineasta, a la vez que evita caer en el moralismo o en el morbo gratuito, predominando en todo momento esa normalidad que se desprende del devenir cotidiano.
Lo más sorprendente es que Krámpack se basa en una obra teatral de Jordi Sánchez, raíz escénica irreconocible gracias a la magnífica labor de guión efectuada a la hora de su adaptación a las exigencias narrativas del cine, y el resultado es plenamente satisfactorio pues Cesc Gay evidencia un dominio admirable de los recursos del lenguaje fílmico no solo por la fuerza de la imagen, la precisión del encuadre y la funcionalidad de la puesta en escena y los escenarios naturales, sino además, por haber sabido varias el tono del relato, más relajado y divertido al principio y más serio y trascendente hacia el final, cuando los protagonistas han agotado sus días de vacaciones en la costa, casi solos en un chalet, en el momento justo en que la íntima amistad va evolucionando y desemboca quizás en un irreversible distanciamiento.
Krámpack se divide en cinco capítulos, separados por rótulos que reproducen fragmentos de diálogos, muestra un deliberado ambiente de intemporalidad y constituye una especie de Verano del 42 (1971) a la española: una historia de un incipiente amor homosexual no correspondido o, si se prefiere, un entrañable cuento de verano rohmeriano.
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