(4) EL VIAJE DE FELICIA, de Atom Egoyan.

CAPERUCITA Y EL LOBO
El cineasta canadiense de origen armenio Atom Egoyan ha adaptado una novela de William Trevor para realizar un film tan fascinante como terrorífico que debe tanto a ciertos cuentos y leyendas, Caperucita y el lobo o La bella y la bestia, como a unos referentes cinematográficos entre los que destacaría Psicosis (1960) y El coleccionista (1965), relatos sobre el malsano acoso a gente inocente por parte de malvados obsesivos y trastornados, ahora con una historia cuya violencia y perversidad vendrían atemperadas por sutiles rasgos de humor negro.
El encuentro casual entre el supervisor de una empresa de catering, un gourmet traumatizado en la infancia por culpa de su egocéntrica madre, y una joven irlandesa que escapa de su país para buscar en Birmingham al novio que la dejó embarazada, es el punto de arranque de una relación aparentemente vulgar pero que va ganando en complejidad conforme se van implicando pasado y presente mediante una serie de flashbacks que privilegian el punto de vista narrativo del protagonista pero que no olvida referenciar los motivos de la ingenua Felicia para emprender su arriesgado viaje: catolicismo irlandés, ilegalidad del aborto, padre autoritario, escasa experiencia y formación, etc.
Un guión excelente que traza en paralelo las dos trayectorias vitales hasta conflir en un momento dado, mostrando tanto sus actos como sus razones; unos decorados magníficos que son reflejo del carácter de los personajes; y una música que alterna los aires románticos del pasado idealizado con fragmentos de percusión de la amenaza del presente son factores que contribuyen al logro de un film El viaje de Felicia, que parece transcurrir en la época actual pero que nos remite a los años 50 para significar con su clima anticuado la particularidad de unos seres humanos anclados en el pretérito y desfasados respecto a unos tiempos modernos que no son los suyos.
La nada idílica campiña irlandesa y los vídeos televisivos en B/N con las lecciones gastronómicas de la madre francesa representan el sueño del que debe despertar la pareja protagonista para aterrizar en una realidad amenazante y conflictiva: el abandono de la amante, la furia del padre, la falsa caridad sectaria de la predicadora o la engañosa protección del gastrónomo por una parte; y por la otra la esquizofrenia del solterón, pulcro y simpático en apariencia pero que esconde a un ser egoísta y mentiroso capaz de trazar un minucioso plan criminal y que, en su enfermiza imaginación, le permite escapar de una realidad insatisfactoria así como encontrar los afectos ausentes y una felcidad que le fue negada desde niño.
El personaje de Hoskins, un psicópata solitario que huye del mundo real y que se diseña el suyo propio para aliviar su dolor, acaba destruyendo todo aquello que necesita y ama ante el temor de perderlo. Y a que nos resulte entrañable y digno de compasión un tipo de tal calaña moral contribuye decisivamente la magistral labor narrativa de Atom Egoyan, alejada de todo esquematismo, llena de rigor analítico y de riqueza visual, profunda en el estudio de personajes, tan apartada de la rutina como preocupada por los hallazgos expresivos, con una cámara generadora de sugerencias y rica en descripciones, definidora de contextos y esencial en un hermoso epílogo del que fluye la esperanza y la consagración de la experiencia como verdadera maestra de la vida.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.