(2) LAS VÍRGENES SUICIDAS, de Sofia Coppola.

TRAGEDIA EN EL PARAÍSO O LA FALSA APARIENCIA DE ARMONÍA
En su primer largometraje, Sofia Coppola —29 años; hija del cineasta Francis Ford Coppola; con dedicación ocasional a la interpretación, el diseño de moda y la fotografía— ha adaptado con guión propio la novela de Jeffrey Eugenides, un terrible relato sobre el suicidio colectivo de las hermanas Lisbon, unas preciosas muchachas de entre 13 y 18 años, cuyo breve resplandor es evocado, 25 años más tarde, en flashback, por los amigos del barrio que las conocieron.
Presentado en la Quincena de Realizadores del festival de Cannes, Las vírgenes suicidas aborda esa edad difícil y problemática que es la adolescencia, en la que una acertada educación familiar debería privilegiar el diálogo y la comprensión frente el autoritarismo y la represión, circunstancia ideal que no se da en el film donde los padres eligen el camino de la prohibición y el castigo, la reclusión en casa, movidos por un sentido equivocado de la decencia y de la moralidad que choca frontalmente con el natural despertar a la vida, el erotismo y la pasión de los años que siguen a la pubertad.
La película destila un tono agridulce que evita el desgarro melodramático y, salvo algunos planos oníricos, se inclina por la mayor sencillez narrativa a la hora de abordar la tragedia de una muchachas que optan finalmente por una salida radical ante los problemas derivados de la frustración, los sueños imposibles, los deseos insatisfechos, la inseguridad personal y los temores ante un mundo nuevo que se ven incapaces de protagonizar.
Destaca la sobria ambientación de la época, una banda sonora repleta de música de antaño y una nostalgia contenida en la narración, aunque la falta de experiencia y de madurez de la directora se evidencia en diversos momentos del film. Por una parte, se olvida la enorme complejidad que rige las relaciones familiares, con una serie de hábitos adquiridos, imperativos morales, exigencias económicas, modelos sociales y mecanismos psicológicos que Las vírgenes suicidas se muestra incapaz de detallar y mucho menos de analizar. Una más rigurosa y matizada dirección de actores hubiera permitido comprender mejor la delicada frontera que separa la inocencia de la lujuria, la vida de la muerte.
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