(3) LA PRINCESA MONONOKE, de Hayao Miyazaki.

AVENTURA Y LIRISMO EN LA ANIMACIÓN JAPONESA
Hayao Miyazaki es, indiscutiblemente, uno de los grandes autores de la animación nipona, y La princesa Mononoke alcanza niveles de maestría. Hecho que no le impide obtener el favor del público pues consiguió en su estreno la segunda mayor recaudación de la historia del box office japonés.
Su rango de mensajes, su delicada y hermosa animación y su rigor narrativo confieren a este film una categoría que muy rara vez se ve en films de dibujos animados. Deudor declarado de cineastas como John Ford o Howard Hawks, su lenguaje adquiere una depurada precisión. El ritmo, la planificación de las secuencias, el uso de silencios y las elipsis, la construcción de personajes… adquieren en Miyazaki una pulcritud y un clasicismo formal que hacen de sus películas trabajos personalísimos en el campo de la animación. Si Porco Rosso (1992) evocaba pasajes de El hombre tranquilo (1952), La princesa Mononoke remite a westerns legendarios como Centauros del desierto (1956).
La princesa Mononoke se nutre de las fábulas mitológicas de japonesas para darles un enfoque medioambiental de claro tono ecologista. Una obra fantástica que refleja la fértil imaginación del director, tanto en la reconstrucción de un mágico bosque de inusitada belleza, como en la sangrienta narración de una batalla donde no se oculta las mutilaciones ni la muerte. Entre medias, diálogos bien escritos y silencios mejor utilizados.
La academia japonesa le entregó los galardones a la Mejor película y el Premio Especial del Jurado, demostrando que este género —despreciado por cierto sector de la crítica especializada por rancios prejuicios— puede competir en situación de igualdad con cualquier otro. Recomiendo encarecidamente su visionado.
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