(1) HISTORIA DE LO NUESTRO, de Rob Reiner.

CRÓNICA DE UNA CRISIS MATRIMONIAL
No es la primera vez que el cine aborda el tema de la crisis matrimonial, ahora con el protagonismo de una pareja de Los Ángeles que lleva 15 años de convivencia: la pasión se evapora, se impone la rutina, aparece la frustración y la agresividad, la mentira y la neurosis lo contamina todo, llega la infidelidad y la separación, sea provisional o definitiva… Historia de lo nuestro parece querer revisar, pues, el mito romántico del amor eterno, preguntándose si una larga relación es la tumba del erotismo y si por razones biológicas lo natural es que las personas evolucionen y que ya nada pueda ser como al principio.
El uso sistemático de voces interiores, en primera persona, sirve para que marido y mujer reflexionen sobre su situación desde dos perspectivas distintas y sucesivos flashbacks muestran la evolución de la vida en común y el deterioro progresivo de los sentimientos amorosos. Pero si en esta comedia agridulce la exploración y el diagnóstico de la “enfermedad” matrimonial alcanza unos niveles aceptables, incluso brillantes, falla estrepitosamente a la hora de señalar consecuencias o remedios, porque si ni el viaje a Venecia, la visita a psicólogos, la ropita sexy o la velita y el champán logran reavivar las ilusiones perdidas y los ardores apagados, en el film se impone por arte de magia un final feliz tan repentino como convencional e injustificado, como si la dicha conyugal sólo dependiera de un acto de voluntad por el bien de los niños.
Historia de lo nuestro, una película cuyo tono romántico arrolla toda consideración realista —apenas hay mención al contexto laboral y a cuestiones económicas de la pareja—, se beneficia de una correcta labor interpretativa de Bruce Willis y de Michelle Pfeiffer asó como de una bella música de Eric Clapton de otros autores, pero resulta incoherente sentimentalmente y tramposa en su desenlace, haciéndonos añorar el rigor psicológico de Ingmar Bergman, la profunda ironía y escepticismo de Woody Allen y la maestría narrativa de Stanley Donen en Dos en la carretera (1967).
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