(2) ERIN BROCKOVICH, de Steven Soderbergh.

HÁGASE LA JUSTICIA
Heredera del discurso comprometido pero algo ingenuo de Frank Capra, la industria hollywoodiense actual reitera su vertiente social con Erin Brockovich, una entretenida comedia dirigida por Steven Soderbergh aderezada con un poso dramático en la que el rigor analítico viene sustituido por el maniqueísmo a la hora de plasmar la evolución personal de la protagonista y el proceso judicial emprendido por ella contra una empresa que ha vertido productos contaminantes.
Basada en hechos reales, Erin Brockovich narra la historia de una madre soltera que consigue un puesto de trabajo en un pequeño despacho de abogados. Su fuerte personalidad, poco convencional, hará que sus comienzos no sean demasiado alentadores, pero todo cambiará cuando decida investigar el extraño caso de unos clientes que padecen una sospechosa enfermedad relacionada con el vertido de unos vertidos tóxicos incontrolados.
El film recrea el típico relato de superación personal poniéndolo al servicio de una radiante Julia Roberts. Como decía, el desarrollo peca de excesivo esquematismo y los conflictos individuales y colectivos son mostrados convencionalmente y resueltos en un previsible y gratificante happy end. Y colorín colorado.
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