(4) LA ETERNIDAD Y UN DÍA, de Theo Angelopoulos.

GRANDIOSO POEMA SOBRE LA VIDA Y LA MUERTE
El film número 11 de la filmografía de Theo Angelopoulos logró la Palma de Oro del festival de Cannes y ha tardado dos años en estrenarse entre nosotros. Descartado el relato coral, brechtiano y político sobre la historia colectiva de un país, La eternidad y un día es una narración básicamente intimista que constituye una reflexión sobre la vida y la muerte a través de los últimos días de un escritor afectado por una enfermedad terminal. El protagonista, encarnado por Bruno Ganz, es el eje que articula las tres líneas narrativas personalizadas en su esposa, en su madre y en un niño albanés cuya presencia vendría a significar la esperanza en el futuro en contraste con las dos mujeres ya fallecidas cuya evocación lleva aparejado el dolor del recuerdo como materialización del pasado.
La obra de Angelopoulos, como las de Dreyer, Ozu, Bergman o Fellini, pertenecen a ese “cine poesía” pasoliniano que no se limita a retratar una simple realidad exterior sino que utiliza la cámara para capturar lo esencial de la vida, previamente recreada con un lenguaje fílmico tan elaborado por personal e inimitable. El maestro griego se aparta, pues, del tradicional relato naturalista para integrar de forma estilizada un universo dominado por la memoria y el gesto, lo real y lo imaginario, con el uso sistemático de planos de larga duración, sin contraplanos, con la ayuda de travellings y grúas, creando un espacio privilegiado en el que se funden pasado, presente y fantasía mientras l protagonista deambula por espacios y tiempos diversos siempre con el mismo aspecto físico y con idéntico vestido, todo ello para acceder a una complejidad enriquecida por abundantes metáforas que sirven para canalizar una serie de ideas en torno al tiempo que pasa, la incomunicación entre personas, la felicidad perdida, el amor, la solidaridad, la creación literaria, la vejez, la enfermedad y la muerte.
La fotografía de Yorgos Arvanitis y de Andreas Simanos, así como la música de Eleni Karaindrou son eficaces colaboraciones en este excelente film que logra aunar emoción, lirismo y trascendencia y que utiliza fragmentos de poemas de Paul Celan para meditar sobre la dramática disyuntiva entre creación artística y goce de la vida.
La eternidad y un día retoma las preocupaciones habituales de Angelopoulos, el regreso al hogar tras un largo viaje iniciático y la recuperación del tiempo pasado con su repertorio de vivencias, recuerdos y afectos. Un hogar reencontrado que es, también, una patria o ámbito geográfico y cultural que en el film viene a materializarse con la aparición espectral de Solomos, el poeta emblemático del siglo XIX responsable de la recuperación y de la unificación de la lengua para ponerla al servicio del pueblo, para forjar una identidad colectiva en su lucha contra el ocupante turco y para la conquista de la libertad nacional.
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