(4) ACORDES Y DESACUERDOS, de Woody Allen.

A LA SOMBRA DE DJANGO REINHARDT
El cine de Woody Allen, que es capaz de provocar la indiferencia de muchos despierta sin embargo el entusiasmo entre nosotros, entre ellos los integrantes del equipo crítico de la Turia. Nos hallamos, sin duda, ante un verdadero autor ya que el realizador estadounidense vuelca en sus obras sus particulares puntos de vista y obsesiones en torno a la pareja, el sexo, la creación artística y el jazz, estilo musical que esta vez no se limita a ilustrar melódica y rítmicamente una banda sonora sino que constituye la espina dorsal del relato, pues Acordes y desacuerdos es un homenaje a las figuras predilectas de Allen, los primitivos de los años 30 y 40 Louis Armstrong, Sidney Bechet y, especialmente, el gitano francés Django Reinhardt a partir del cual ha elaborado el personaje imaginario de Emmet Ray, un supuesto guitarrista de jazz de finales de los años 30, y sus relaciones con quienes le rodean: amantes, músicos y gángsters. Se trata, pues, de un falso film biográfico cuya verosimilitud viene avalada por la opinión y el testimonio documental de presuntos expertos entre los que aparece el propio cineasta.
Descartada la producción de una auténtica biografía por razones de presupuesto, Allen optó por inventarse un imaginario músico de jazz que le permitiera una gran libertad creadora y para ello mezcló una serie de características legendarias de diversos personajes reales, todo ello el recurso a decorados y vestuario de época que, por su marcado colorido y estilización, rebasan la fidelidad naturalista para convertirse en factores descriptivos y expresivos adecuados al carácter imaginario, mítico y satírico del relato.
Destaca poderosamente la atención la dirección de actores, con un sensacional Sean Penn en el papel de genial artista pero lamentable persona tarada por multitud de fobias y neurosis, un hombre egoísta y misógino, vanidoso e inseguro, patético y canalla, simpático y perdedor; la sorprendente revelación de la actriz británica Samantha Morton, una mudo todo expresividad y ternura, y la presencia sofisticada de Uma Thurman como la intelectual neoyorkina fascinada por el genio.
Acordes y desacuerdos me ha sorprendido muy gratamente por la brillantez de sus gags, el ingenio de sus diálogos y el riguroso sentido de sus elipsis narrativas. Una vez más Woody Allen nos deslumbra y divierte con su sabia mezcla de sencillez formal y riqueza de propuestas, caricatura y humanidad, palabra e imagen, humor y drama, apariencia de frivolidad y real trascendencia. Una auténtica gozada.
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