(2) SANTITOS, de Alejandro Springall.

ESPERANZA O LAS DESVENTURAS DE LA VIRTUD
Con guión de Mª Amparo Escandón, a partir de un cuento propio, y co-producción de John Sayles, Santitos es el debut en el largometraje de Alejandro Springall, cineasta mexicano que ha intervenido, como productor y guionista, en Cronos (1993), Dollar mambo (1993) y Hombres armados (1997). Premiado en los festivales de Sundance, Los Ángeles y Guadalajara, el film es una sátira repleta de humor corrosivo cuyos rasgos esperpénticos y detalles surrealistas deben no poco al cine del maestro Buñuel.
En efecto, guionista y realizador utilizan la fórmula del realismo mágica para barajar elementos constitutivos de la subcultura popular latinoamericana y subvertirlos desde su interior, reduciéndolos al absurdo por la vía de la acumulación. Esta sátira de la beatería y la superstición de amplias capas de población acuciadas por la miseria material y cultural se concreta en la figura protagonista de Esperanza, obsesionada por la idea del milagro, rodeada permanentemente de estampiras y de imágenes piadosas. El relato imita la estructura narrativa del culebrón televisivo, con la sucesión de peripecias acaecidas entre Tlacotalpan y Los Ángeles, pasando por Tijuana, itinerario que realiza la madre angustiada en busca de su hija por indicación de San Judas Tadeo, al negarse a reconocer que la chica ha muerto por enfermedad, con la intención de salvarla de la prostitución.
Una lectura más profunda, sin embargo, podría también significar la aventura de la inocente Esperanza como un auténtico descenso a los infiernos del vicio y la maldad, como un calco de la odisea de Justine de Sade quien, en su sarcástica visión de moral tradicional, supo resaltar los nefastos resultados a que pueden conducir las buenas intenciones: Esperanza pierde la virtud al intentar rescatar a su hija inexistente aunque un final feliz, con el amor del justiciero enmascarado, acabará compensándola de todas sus tribulaciones.
Lamentablemente, ni el guión posee la coherencia exigible ni la dirección alcanza el rigor necesario para clarificar, potenciar y profundizar en el sentido de las sitauciones y la sátira propuesta no llega a colmar todos sus objetivos. Quedan, eso sí, algunos momentos sublimes entre los que cabe destacar la presencia de Roberto Cobo y de Regina Orozco. Un film, pues, pese a sus limitaciones, recomendable para cinéfilos curiosos y degustadores de productos un tanto perversos.
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