(2) BUFFALO’66, de Vincent Gallo.

EL PODER TERAPÉUTICO DEL AMOR
Primer largometraje dirigido por Vincent Gallo, actor en El sueño de Arizona (1992) de Emir Kusturica y El funeral (1996) de Abel Ferrara, ha recibido varios premios en festivales, tiene un carácter marcadamente autobiográfico y debe catalogarse como genuino cine “de autor” en tanto que su guión, interpretación, realización y música corren a cargo de la misma persona. El protagonista Billy Brown sale de la cárcel, rapta a una muchacha, intenta reconciliarse sin éxito con sus padres y renuncia finalmente a vengarse del culpable de su condena, pero la historia no es aquí lo esencial sino las situaciones, muy en la línea narrativa de J. L. Godard y de John Cassavetes.
El relato se sitúa en torno a las andanzas de una joven pareja en la denominada “América profunda”, con su tristeza, su monotonía y su violencia apenas contenida, sus boleras y moteles de carretera, bares de copas y striptease, partidos de fútbol americano, apuestas y televisión, ilusiones y fracasos, un marco geográfico y psicológico que Vincent Gallo aprovecha para hablarnos de la soledad, la frustración, la inseguridad y la insensibilidad, negro panorama frente al cual el protagonista se inventa una realidad feliz como haber sido agente del gobierno y ser un recién casado.
Buffalo’66, lugar y fecha de nacimiento de Billy Brown, es especialmente un ajuste de cuentas respecto a los propios padres del director —encarnados en la película magistralmente por los veteranos Ben Gazzara y Anjelica Huston—, traumatizados en su infancia por la falta de calor hogareño y por los malos tratos recibidos. Una de las características más originales del film es una fotografía y unos colores muy contrastados que hace posible un peculiar estilo que participa tanto de la crónica naturalista como de la fantasía propia del hiperrealismo.
Lo peor es quizás la explícita voluntad del director de dejar claro su sello actoral en un relato con demasiadas reiteraciones, con algunos momentos estancados en que se añoran las elipsis, con un rebuscamiento formal que evidencian la obsesión por una originalidad y una modernidad no siempre logradas y que vuelven a plantear cuestiones fundamentales en torno al llamado cine “independiente”: ¿compensan siempre la libertad y la experimentación expresiva los inconvenientes de la pobreza de medios y la torpeza narrativa?
El realizador ha elaborado un drama personal y familiar al que aplica en su desenlace el poder terapéutico del amor, con el protagonista que deja de depender psicológicamente de sus padres para madurar junto a su amada, solución demasiado esquemática y precipitada que Gallo justifica como el final feliz de una fábula que nos propone la redención como lección moral.
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